Muchas veces hemos escuchado que España es un país de pícaros, pues podríamos decir que el número de pícaros es directamente proporcional al de ignorantes o inocentes, pues la picaresca se alimenta de ellos. Esta historia va de eso.
Mercheros y Gitanos
La llegada de carruajes de mercheros, quincalleros, también llamados lañeros y de gitanos a los pueblos fue muy habitual hasta hace unas cuantas décadas, estos pueblos nómadas se asentaba en los cauces de ríos y arroyos y recolectaban juncos, esparto y otras plantas con las que realizaban trabajos de artesanía, también se dedicaban a reparar recipientes metálicos con estaño, fabricar otros de cobre, hasta arreglaban paraguas y reparaban recipientes de cerámica o porcelana con lañas, de ahí el nombre de lañeros, este colectivo no era de origen gitano, aunque se les consideraban como tales.
La estampa del carromato, la mula y el galgo aún la tenemos presente en nuestra memoria.

Las mujeres como gancho
Pues en 1913 una familia de gitanos o mercheros llegó a San Martín de Pusa y como miembros de esa familia iban dos mujeres de muy buen ver, a quienes pronto el pueblo las acoge y se ganan la simpatía del vecindario.
No sabemos si fue la hermosura de las gitanas, pero lo cierto es que dos vecinos, Anacleto y Julián, se quedan cautivados por ellas.
Estos dos vecinos tenían dos familiares enfermos y las gitanas se brindaron a curarles en pocos días.
Hicieron las gitanas un derroche de ceremonias delante de los enfermos y mandaron a los dos ingenuos vecinos poner cada uno 25 pesetas en unas camisas, que ellas se llevaron para hacer las curaciones.
Al día siguiente, el 29 de octubre, la misma ceremonia y mandaron a los familiares colocar otras cuantas pesetas en unos trapos y pañuelos, diciéndoles que nadie podía tocarles ni mirarles sólo ellas y al término de tres días los enfermos se curarían.
Cuando llegó el tercer día los familiares, al alba fueron corriendo a ver los envoltorios, con la certeza de la curación de los familiares y se encontraron trozos de hierros y tornillos.
Fue entonces cuando se dieron cuenta del timo, les soplaron 500 pesetas de las de entonces y en esos tres días las gitanas habían desaparecido del pueblo.
De forma resumida esto se contó en la prensa de la época, no sabemos si fue la ingenuidad o la belleza de las gitanas o ambas cosas las que embaucaron a Anacleto y a Julián y desconocemos como acabaron los enfermos, el caso que una vez mas el pícaro se sobrepuso al ignorante.