Tanto poetas como pintores han reflejado en sus obras el pastoreo como algo bucólico , inspirados en el hombre y los animales en plena convivencia con la naturaleza.
Sin embargo muchos sabemos, por haberlo visto o vivido, que la vida de pastor es una profesión dura y sacrificada. Ya son pocos los que se ven por los campos de Valdepusa, pero hubo una época reciente en la que el sonido de las esquilas y gandarras marcaban, como el reloj de la torre, la horas de salida y llegada de los rebaños a los corrales.

Los Pastores de nuestra tierra.
Pues en nuestra tierra se podía tener rebaño propio o estar “ajustado”, es decir trabajar para el dueño de las ovejas. Este “ajuste” se hacia por San Pedro el 29 de Junio y tenía duración un año.
El pastor “ajustado” cuando eran varios en una finca, dependía de un mayoral, que por confianza del dueño era el que buscaba a los pastores.
Además del sueldo los pastores tenían una retribución, que hoy se llamaría en especie, que era la escusa. La escusa era el número de ovejas o de cabras, propiedad del pastor, que el dueño del rebaño le permitía agregar al mismo, beneficiándose de la producción del ganado de la escusa.
Cuando un pastor rompía la relación laboral con el dueño del rebaño se traía consigo a su ganado, pasando a ser “escusero”, pues en los periodos en los que no trabajaba como pastor contratado, tenía que cuidar y alimentar a sus ovejas
Los rebaños eran principalmente de ovejas manchegas, castellanas y talaverana (nacida del cruce de merina y manchega) sin embargo antiguamente también hubo rebaños de ovejas churras y merinas, estas últimas producían lana de muy buena calidad.

Si los rebaños eran de cabras, generalmente el cabrero o pastor era el propietario del mismo. En las cabras las razas que abundaban era la murciana-granaina, la negra serrana y la verata, esta con una gran cornamenta.
El esquileo era un oficio temporal, los esquiadores trabajaban entre abril y junio y cobraban por ovejas esquilada.
Al ganado ovino se le denominaba de diferentes formas dependiendo de su edad, así por ejemplo:
.- Cordera, desde que hace hasta los seis meses
.- Borrega, desde los seis meses a un año
.- Primala, de uno a dos años.
.- Borra, de dos a tres años.
.- Andosca, de tres a cuatro años.
.- Reandosca, de cuatro a cinco años.
.- Igualada, de cinco a seis años.
.- Vieja, más de seis años.
Los buenos pastores reconocían la edad de las ovejas por la dentadura, pues las ovejas cambian los dientes cada dos años hasta el quinto año.
El trabajo del pastor
Dentro del trabajo de los pastores estaba; el apartado donde se apartaban las ovejas paridas de la preñadas, el arreo era llevar las ovejas hasta la zona de pastor o rastrojeras, el destete de las cordera, el rabonar a las cordera o lo que es lo mismo cortar el rabo, poner la sal pues las ovejas necesitan tomar sal cada 15 días o poner y cambiar los rediles.

Los rediles eran unos corrales realizados de cuerdas tejidas y estacas con las que tenían que cargar el pastor y se ponían en los barbechos donde iban a dormir las ovejas, a su vez las ovejas estorcolaban ese terreno. Los rediles se cambiaban cada semana, así la agricultura se aprovechaba de la labor fertilizante del ganado lanar.

Otro trabajo era hacer los chozos en las diferentes majadas en las que iban a estar las ovejas, cuando estas y el pastor dormían fuera de los corrales o apriscos. La vida en el chozo, también era dura y solitaria. Los chozos les había realizados totalmente en piedra, otros con piedra hasta un metro y luego se formaba una estructura de madera y sobre ésta se ataban el ramaje que hacía de tejado. Los más sencillos eran totalmente formados con horcas de madera y la cubierta vegetal.
Después de venir del pastoreo, en las tenadas o corrales, aún quedaban varias tareas por hacer, el apartado, la limpieza de las canales, echar la comida a las paridas, etc, y para rematar el ordeño. Hasta hace relativamente poco se ordenaba a mano, por lo que la jornada del pastor parecía no tener fin.
En plenos meses de calor, las ovejas se “amodorraban” formaban círculos con la cabeza bajada por causa del sol, por ellos durante el verano se evitaba sacar las ovejas de 11 de la mañana a 6 de la tarde.
El pastoreo de las ovejas se realizaba en diferentes terrenos, dependiendo de las épocas, así una vez recogida la cosecha del cereal se permitía a los rebaños “entrar en la rastrojera”, más o menos hasta septiembre, a partir de entonces empezaba la “otoñá” y los rebaños pasaban a los eriales y arroyos, también una vez podados los olivos, las ovejas se las llevaba a comer el ramón, a las espera de una buena primavera.
Los pastos de terrenos municipales o comunales, también llamados ejido, eran aprovechados principalmente por los escusero, pues por su pastoreo no se pagaba nada.
También había pastores tanshumantes, en nuestra tierra en verano subían el ganado por cañadas y cordeles hasta las tierras más frescas de la sierra de Gredos y volvían próximos a septiembre. El pastor trashumante, iba equipado con un burro que cargaba con las estacas y las redes del redil, además de los útiles y enseres. El perro preferido era el mastín español, capaz de hacer frente a los lobos, con su collar de púas. Este miedo hacia los lobos y el pastor surgío el famoso romance de «La Loba Parda», que tiene multiplés versiones en toda Castilla, os dejo una de ellas.

Como veis pocos o nada de bucólico tiene el pastoreo. Un humilde homenaje a todos los hombres que se dicaron a esta noble profesión, seguro que todos nos acordamos de alguno, familiar o no. Yo en especie me acuerdo por vecindad y amistad de Ángel Gómez “El Colorao” el último gran rebaño de San Martín, de su hermano Pindi, que heredaron el oficio de pastores de su padre Segundo Gómez. Aún recuerdo a su mujer, Adora, mujer buena donde las hubiera. Vaya por todos ellos esta poesía de nuestro paisano Rómulo Muro.
El majadeo por Rómulo Muro.
El sol se esconde; tras la colina
se escucha el eco de un can arisco;
lucio el rebaño lento camina
por la cañada que va al aprisco.
Con las ovejas, blancos corderos
marchan alegres y triscadores,
siempre escoltados por los carneros,
gozo y orgullo de los pastores.
El corderino bala sus quejas,
hasta que, hambriento, por fin descubre
la cariñosa y amanté oveja
que al hijo ofrece maternal ubre.
Del pastoreo torna el ganado,
siguiendo a rucio de los morrales,
y en los rediles entra apiñado
por el garrote de los zagales.
El más experto de los pastores,
sobre el rescoldo del cocedero,
da al cochifrito gratos sabores
en el panzudo y amplio caldero.
Formando corro yantan la cena,
donde la bota pronto se agota,
que en el aprisco matan la pena
acariciando la hinchada bota.
Dentro del chozo, bajo la manta,
Y por camastro duro petate,
sin las angustias de la carpanta,
tenaz modorra su cuerpo abate.
Así la noche pasa tranquila,
sin que al silencio turbe otro ruido
que el sonsonete de alguna esquila
y el clamoreo de algún balido.
Cuando el lucero de la mañana
débil alumbra valle y collado,
el pastor, libre de la galbana,
hace el ordeño para el mercado.
Recoge estacas y abre rediles
cuando el sol llena la serranía,
y dan comienzo los pastoriles
rudos trabajos del nuevo día.
Todo el rebaño lento se aleja
por los carriles de la cañada,
y el pastor vuelve, sin una queja,
a su penosa dura jornada
Nota: Cuadros realizados por Clemente Gómez Acevedo, pintor, hijo y nieto de pastores.