Don Alfonso de Burgos Farfán de los Godos, médico titular de la villa de San Martín de Valdepusa y los motivos de su despido en 1768.

En 1768 el Ayuntamiento de San Martín de Pusa estaba constituido por Juan Gómez Tostón y Martín Peralta, alcaldes ordinarios; Alfonso Ruiz de Agüero y Pedro Carrero, regidores; Rafael Martín de la Plaza, procurador síndico general. Al parecer la villa necesitaba un médico y acuerdan contratar a Don Alfonso de Burgos Farfán de los Godos, médico de la villa de Talavera, con un sueldo cuatro mil y cuatrocientos reales de vellón, y ciento y diez reales para ayuda a pagar el alquiler de casa por tiempo de tres años, que ha de empezar el primero desde dicho día primero de julio de este dicho año. Con la condición de que, por ausencias y enfermedades, se le suplen en cada uno de dichos tres años veinte días.

La escusa del despido


El médico y su trato a los pacientes, no fue del agrado del pueblo o al menos de las personas más influyentes, encabezadas por el administrador del Marqués de Malpica, Francisco Ladrón de Guevara y el cura, por lo que a los dos meses el Ayuntamiento quisieron prescindir de él.
La primera escusa que se buscó fue la denuncia de Pedro Olmedo Jerez, quien al parecer, cuando el médico se ausentó veinticuatro horas por un viaje a Talavera, este vecino, al encontrarse su mujer gravemente enferma, tuvo que enviar a buscar otro médico a Talavera, lo que le ocasionó grandes gastos.

Así el 27 de septiembre de 1768, en San Martín de Pusa, reunido el Ayuntamiento, acordaron que el médico:

hace algún tiempo está cometiendo varios excesos dignos de que se le despida de su empleo… siendo uno de ellos el que, habiendo enfermos de cuidado, en el día veinticinco del presente mes y año, sin licencia de ninguno de los individuos del Ayuntamiento, se ausentó de esta villa para la de Talavera, en donde permaneció hasta el día siguiente por la noche”.


Por ello ordenan al escribano haga un requerimiento al médico para que, en el plazo de dos meses, busque otro partido para su empleo.
Lógicamente el médico no acepta la decisión y escribe de ésta forma al consistorio:


“porque no es mi ánimo seguir pleitos, quimeras ni disensiones en que se perjudique al común, solo sí apetecer la paz, quietud, tranquilidad y sosiego de la república; pues de la prosecución de los pleitos sólo se siguen gastos, corrillos, bandos y motines, y serme preciso defender mi honor en el pleito…y mi buena opinión y fama para que se me cumpla el trato… y que en el día de mañana no se diga soy hombre temerario, pleitista, y que no he querido buscar o amar la paz y pedir la quietud y sosiego de vuestras mercedes y mío… pido se sirvan de asesorarse con uno, dos o más abogados de buena conciencia y conocida prudencia… pues vuestras mercedes son jueces legos y no pueden determinar en semejante providencia, por ser tan perjudicial y perniciosa al común y a mi honor”.

El Ayuntamiento comienza el pleito.


El ayuntamiento contrata al licenciado don Miguel del Cerro, abogado de los Reales Consejos, exponiéndole las causas que tienen para despedir al médico, entre ellas, la sospecha de que Tártaro Emeterio, boticario de San Martín de Pusa, y el doctor De Burgos “van a la parte en el interés, despachándolo aquél y llevándolo rigurosamente por tarifa y éste dando y recetando el género”
Tras examinar la información presentada, el licenciado Del Cerro decide cuales pueden ser causas de despido:

  • Haber ocultado al médico de Navalmoral de Pusa que había administrado cinco granos de láudano a un enfermo.
  • Haber dicho que había hecho tratamientos que en realidad no había ejecutado, ya que no constaban en las recetas.
  • No querer asistir a las juntas si no se le pagaba, puesto que estaba obligado a hacerlo por su salario.
  • El lance con una mujer enferma a la que en la visita médica le dijo que tenía pocas tetas, por advertirse en ello provocación o solicitud ilícita.
  • Los hechos y dichos por los que se puede presumir que no mira por la salud pública.
    En cambio opina que estas no son suficiente causa de despido:
  • Haberse ausentado sin licencia de la justicia.
  • Impedir a los vecinos que acudan con sus recetas a la botica.
  • Pedir que se le paguen las consultas realizadas con otros médicos de apelación a petición de los vecinos.
Láudano, analgésico similar al opio,

Para afianzar más la acusación, se tomaron declaración a varios vecinos de San Martín sobre la actuación del médico, las declaraciones de la mayoría de ellos no dejaban en buen lugar integridad al facultativo, ni como profesional, ni como persona, pero hay que tener en cuenta que eran testigos de parte, bastante bien aleccionados. En este apartado extraña que no se llamara a declarar al boticario, si como decía la acusación era parte de las corruptelas del médico.

Declaraciones de los testigos a instancia del Ayuntamiento.


Este un resumen de las declaraciones:

El día 10 de noviembre de 1768 comparece Antonio José López de Castro, de 18 años, soltero, mancebo del cirujano titular de la villa, quien declaró que, estando gravemente enfermo don Francisco Ladrón de Guevara, fue llamado el médico de Navalmoral de Pusa para hacer consulta sobre el paciente con el doctor De Burgos, y después oyó decir a diferentes personas del pueblo que el doctor había ocultado al médico de Navalmoral “haberle suministrado al enfermo cinco granos de láudano” y está seguro de que esto “pudo arriesgar la vida de dicho administrador”
También oyó cómo el médico decía al cirujano, su maestro que “mientras los enfermos estaban en la cama habían de sudar y regalar al médico; que después de estar levantados no había nada”, refiriéndose a que no había tenido ningún agradecimiento del cura ni del administrador tras sus enfermedades.
Además, por lo que ha oído a muchos enfermos y enfermas de la villa, piensa que tienen poca confianza en el médico “pues dicen que aunque vendieran la camisa que no le quieren llamar”.

El día 12 de noviembre comparece como testigo Juan Francisco de la Parra, de 40 años de edad, vecino y cirujano titular de la villa. Y declara que una vez fue a sangrar a una mujer casada y ésta le contó que el médico, cuando fue a visitarla la provocó “hablando varias cosas sobre el uso del matrimonio” que la mujer no expresó. Y que también la preguntó “para quién era otra cama bien compuesta que en aquella habitación había” y ella le contestó que “para su hija cuando se casase” y el médico dijo “Vive Dios que cuando veo una cama como ésta me da gana de soltar la capa y echar a cerner”. (Cernear es separar el polvo con un cernazo)
Otro día que fue a visitar a la misma enferma ésta le dijo “ahora no hace más que salir el galán de aquí; Jesús, no he visto hombre más rijoso” (Rijoso; hombre que se inquieta o excita fácilmente con la presencia de una hembra)

El 13 de noviembre declara como testigo el doctor Luis Pico, de 39 años, médico titular de Navalmoral y residente al presente en San Martín de Pusa. Y dice que el verano anterior fe llamado para visitar al cura enfermo y tener consulta con el médico sobre la enfermedad, y al parecerle que la medicina que éste había recetado no era suficiente prescribió otras, a lo que el médico le aseguró que ya se las había administrado, lo cual resultó ser falso como pudo comprobar por las recetas que presentó el boticario, Y entonces él “recetó lo que le pareció conveniente”.
También dice que varios vecinos de esta villa han ido a por medicinas a su casa y cuando les ha preguntado por qué no se curaban con su médico le han respondido “que no tenían fe con dicho médico que era un botarate”.

El día 14 de noviembre presta declaración don Francisco Ladrón de Guevara, de 33 años, vecino de la villa de San Martín de Pusa y administrador del excelentísimo señor Marqués de Mancera y Malpica. Y dice que, después de su primera enfermedad, oyó cómo don Francisco Díaz Rioja, procurador de esta villa, preguntaba al médico “por qué no hacía más visitas al declarante estando tan malo como se hallaba y le respondió… que el enfermo mientras estaba en la cama sudaba y que en levantándose de ella no necesitaba de médicos”. Y que estando convaleciente oyó decir en casa del cirujano “que dicho don Alfonso esperaba sacar en la enfermedad del declarante cuando menos medio cahíz de trigo y media docena de arrobas de aceite, dando a entender al mismo tiempo ser poco lo referido”.

Médico y enferma, siglo XVIII

Dice que también es cierto que sus hijos han estado muy enfermos en varias ocasiones y “aunque estuvieron en gravísimo peligro, tanto que de dicha enfermedad murió un niño y la criada, y estuvo muy expuesto a morir otro” no quiso avisar al doctor De Burgos sino al médico de Navalmoral; pero éste no pudo acudir por estar indispuesto y prefirió ser asistido por el cirujano de la villa en vez de por el médico. Como ha hecho nuevamente en la enfermedad que acaba de sufrir toda su familia.
Y que “dejando aparte de si es o no útil a la salud pública dicho don Alfonso carece de la confianza que él y otros “pudieran tener en otro médico de distinta conducta”.

Ese mismo día comparece también como testigo Blas Anselmo, de 33 años, vecino de San Martín de Pusa, y declara que, estando su mujer gravemente enferma, el médico le recetó “un bebido” y le mandó “que fuese por él a la botica de esta villa que el boticario le tenía bueno, hecho del día anterior”. Como es pobre, fue a casa del cura para que “firmase la receta y diese orden se despachase por la memoria de pobres”. El cura le mandó recoger la receta en la botica de Navalmoral “que así lo tenía prevenido al médico y que recetase para los pobres con tiempo para que fuesen a dicha villa de Navalmoral por lo que necesitasen”. Así lo hizo, y le administró la primera toma a su mujer, que le sentó muy bien. Cuando el médico volvió por la tarde y se enteró de que la medicina había sido adquirida en la botica de Navalmoral le dijo “que vaciase aquella pudre” y que debía haber ido a su casa a por ella “porque eran cabezadas del señor cura en hacer se fuese a dicha botica de Navalmoral; que dicho cura no daba nada de su faltriquera; que en firmando la receta podía ir cada uno por ello a donde quiera”. El declarante dijo que iría donde le mandase el señor cura porque era quien le firmaba la medicina por ser pobre; y que a su mujer le había sentado bien; y que viese el bebido. Le cató y volvió a decir que le vaciase. Pero él no lo hizo porque la enferma se lo prohibió y fue a contárselo al cura.

Cura de sangrado

El 21 de noviembre declara Francisco Fernández Loaisa, de 54 años, vecino de la villa y capitular que ha sido de ella, y dice que el día que se recibió al médico en el Ayuntamiento él acudió como capitular que era, y recuerda cómo el alcalde Martín Peralta “reconvino a dicho médico sobre que tenía noticia era pleitista” También se habló “sobre si era o no incontinenti (apresuradamente), y que su mujer estaba vieja y enferma«. Y dicho médico quiso satisfacer sobre lo de los pleitos echando mano al bolsillo para sacar los auto, lo que no se le permitió, dándole crédito a su dicho. Y con el motivo de expresar quería la paz, y que obras eran amores y no buenas razones.
Y estando uno de los capitulares diciéndole a dicho médico sobre una “quimera que había tenido con otro médico en la villa de Talavera, y que había dádole con el bastón, respondió que sí, que su ánimo había sido metérsele al otro por la boca. Que él no quería más que la paz, pero el que se la hiciese se la había de pagar.”

Pelea con bastones siglo XVIII

Ese día también se toma declaración a Tomás Fernández de la Plaza, de 39 años. Dice que sólo sabe que en el recibimiento que se le hizo al médico alguien le preguntó “si era o no pleitista e inquieto y amigo de mujeres”, a lo que contestó que no, y que “un pleito que había tenido había sido sobre la cobranza de sus salarios; y otro, sobre que dio con el bastón a otro médico de Talavera estando en consulta”.
Dice que también sabe que muchos vecinos no le quieren como médico “por la poca satisfacción que dicen tienen en él para las curaciones” Y que este testigo también desconfía, aunque le ha llamado para que cure a su mujer, pero lo ha hecho “a ruegos de otras personas y porque no se diga”.
Y que hoy mismo, cuando el médico ha ido a visitar a su mujer, le ha sorprendido cómo “con mucha risa y fiesta la preguntó con términos impropios si tenía los pechos gruesos y estirada la barriga”, ante lo cual él, valiéndose de prudencia, permaneció en la habitación hasta que se fue el médico, y está con el cuidado de no dejarle entrar sólo en dicha sala a ver a la enferma, y ha dado orden a la criada de que si él no está,cuando llegue el médico llame a su madre.

Parece extraño que se le acusara de tener cierto trato con el boticario, y sin embargo no le llamaran a declarar. No así a los presbíteros a los que llamaron con la aprobación del arcediano de Talavera, estos fueron;
1 – Don Francisco Díaz de Rioja, de 38 años, presbítero de San Martín de Pusa, quien dice que sólo sabe acerca del asunto del administrador y opina que el médico no le atendió bien.
No aporta ningún dato que no haya sido dado por los testigos precedentes.

2 – Don Francisco Ruiz de Acebedo, de 40 años cumplidos, presbítero de la villa. Dice que también ha oído hablar del asunto del administrador. Y que estaba delante cuando tuvieron consulta el médico de Navalmoral y el doctor De Burgos para tratar la enfermedad del cura.

3 –Don Francisco Lucio y Almazán, de 62 años, cura propio de la parroquia de San Martín de Pusa. Declara que habiendo oído que el médico hacía proposiciones deshonestas a las mujeres enfermas intentó que éstas lo declararan, pero ninguna quiso hacerlo.

Exposición de la defensa y las Provisiones Reales.

Con los miembros del ayuntamiento, el administrador del Marqués de Malpica y el cura en contra, las suerte del facultativo estaba echada, pero Don Alfonso de Burgos, entiende que es una injusticia y tras ser informado de la decisión de despedirle tomada el 24 de octubre por el Ayuntamiento, José Barreras Inestrosa, su abogado, presenta una petición en nombre del médico en Madrid el 9 de noviembre de dicho año de 1768 ante el Consejo. Con la siguiente exposición:


“y empezó a ejercitar su oficio y trato civil con aquel común en la forma más correspondiente a merecer su complacencia. Pero como esto no suele ser fácil en los pueblos, porque al más independiente le suelen comprehender los efectos de las pandillas y emulaciones, que rara o ninguna vez faltan en ellos, de aquí, y sin que mi parte alcance otra razón, ni haya dado el más leve motivo de disgusto, fue despedido pretextando el haber salido y estado veinticuatro horas ausente de dicha villa, como si esto no fuese libre según lo pactado, y alegando que había cometido excesos sin decir cuáles, porque a la verdad el caso era inducir terror en abultar delitos a falta de causas verdaderas”

Sin embargo el 11 de Noviembre en Madrid el Consejo de Castilla dicta una Provisión Real firmada por los señores del Consejo don Pedro Colón, Gómez de Tordaya, don Felipe Codallos, don Francisco de Idallo, don Pedro de Ávila, y don Juan Antonio Rejo y Peñuelas, escribano de cámara del Rey, dirigida a San Martín de Pusa en la que se ordena que cumplan el contrato que tienen con el médico

Pero aún el Doctor del Burgos no tendría todas consigo y en poco más de un mes y cuatro dias después de ser notificado al Ayuntamiento la Provisión Real, el Consejo cambia de opinión y el 17 de diciembre, se expide una nueva Provisión Real que concede licencia a la villa “para que reciba otro médico en lugar del mismo don Alonso de Burgos a quien tiene despedido, que así es nuestra voluntad”. “Y que sobre esto no se admita más pedimiento ni instancia alguna”.

Pudieron más las influencias que la justicia y a Don Alfonso de Burgos Farfan de los Godos no tuvo más remedio que abandonar la villa. Ganó el administrador y el cura.

FUENTES: Archivo Histórico Nacional. Consejos. 27126 Exp. 5

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