Las leyendas son relatos de hechos reales o fabulosos, que han ido pasando de generación en generación y que se han adornado con elementos fantásticos.
En Valdepusa existe una leyenda, la que da nombre al quinto o finca de El Montón de Tierra, en el municipio de San Martín de Pusa, aunque hay dos versiones de dicha leyenda, ambas parten de un personaje que pone en cuestión la Fe religiosa y a su vez le puede la avaricia.
La primera versión descrita por Fermín Caballero en 1825 y recogida en el libro El Estado de Valdepusa y Malpica, y dice así:
El Montón de Tierra toma su nombre de un montoncillo piramidal de tierra de acarreo que hay en el. Dicen que este montoncito fue de trigo, cogido, sembrado y recogido en días festivos por el dueño, que se propuso desmentir el común adagio que no medra lo que se trabaja en fiesta. Luego que tuvo limpio ese trigo, producto de sus trabajos festivos, convocó a los pueblos vecinos a que se desengañara con la vista de su fruto, pero cuando llegaron se había convertido en un montón de tierra.

Y confirma Don Fermín la creencia popular de la leyenda con la siguiente frase;
Creen esto de veras algunos del país, que aseguran que sus pasados conocieron el hoyo señal de la pala, media (fanega) y otros útiles.


Por otra parte tenemos una versión mas contemporanea recogida por Pedro Fernández en Huellas y narrada por Rafael Barbará, actual propietario de una de las dos partes en la que se dividió la finca. Esta versión es literaria y también viene a manifestar el castigo «divino» ante la incredulidad o falta de Fe religiosa, el resumen de esta versión es la siguiente:
Allá por finales el siglo XVI un grupo de mujeres y hombres trabajaban la tierra donde hoy se encuentra la finca de El Montón de Tierra, por las noches las mujeres se reunían a charlar y rezar, siempre guiadas por la de más edad. Mientras los hombres atendían al ganado o preparaban las faenas del día siguiente, dirigidos por un mayoral que les lideraba.
Un año la cosecha de trigo estaba siendo muy buena y no paraban de hacer acarreos de haces de mieses a la era. Una noche se avecinaba una fuerte tormenta, pronto las mujeres se pusieron a rezar y esta vez con mas fuerza pidiendo que la tormenta no destuyera la cosecha ya recogida. El mayoral las recriminó que estuvieran rezando y no hicieran algo útil para salvarla.
La tormenta cargada de fuerte aguacero y viento, empezó a descargar y a los rezos de las mujeres, se unieron los hombres, a lo cual el mayoral con rabia por que veía que perdía la cosecha dijo:
– Mirad una cosa de poco sirven vuestros rezos y sollozos. Os prometo que si pasada la tormenta, todo ese montón de trigo que ahí tenemos se convierte en tierra fértil de ser cultivada, comenzaré a creer en ese Dios al que rezáis y me uniré a vuestros rezos.
Al día siguiente, una vez pasada la tormenta, con los primeros rayos de sol, el montón de trigo se había convertido en montón de tierra y el mayoral cumplió su promesa y todos juntos fueron a visitar la iglesia de San Martin de Valdepusa que se acaba de construir.

Pero esta leyenda de la conversión de una parva de trigo en tierra, por poner en cuestión la fe y donde aparece la avaricia, no es única de Valdepusa. Con una temática muy parecida se da en la provincia de Segovia, donde existe un pico en la Sierra de Gudarrama, que en este caso, se denomina El Montón de Trigo y su leyenda es la siguiente:
Por la época en que sucedió esta historia, los trigales ofrecían un aspecto magnífico. La brisa acostaba las espigas y las cuadrillas de segadores estaban ya preparadas. El amo, un hombre seco y avariento, ordenó que comenzara la tarea y en pocos días se hicieron todos los trabajos: se dejó el campo convertido en rastrojera; tan bueno era el trigo que los capataces mandaron que se segara a rapaterrón, sin dejar paja en tierra. Se llevó el trigo a la era y, con aquellos trillos buenos de madera y piedra, varios asnos giraban una y otra vez hasta desbrozar paja y grano. Después se aventaron las mieses y el amo vio con agrado que las parvas eran hermosas.
Estaba el avaricioso dueño contemplando la bondad de la cosecha cuando llegó un mendigo y le habló de semejante modo:
-Señor, vengo de muy lejos, pasando muchas miserias y tengo hambre y sed. Dadme algo con que pueda alimentarme y Dios le concederá cuanto pida.
El amo, que era de suyo avariento, no pudo evitar un gesto de repugnancia al ver a ese mendigo a su lado. Traía los cabellos largos y sucios, y tenía como llagas en la frente, en las manos y en los pies. Vestía un andrajoso gabán y un zurrón viejo y asqueroso.
-¡Vete de mi vista, pordiosero! ¡No tengo nada para ti!
El peregrino se entristeció y señaló con su mano sangrante el gran montón de trigo que había frente a él.
-¿Y ese trigo? -dijo el miserable. ¿No me daréis, por Dios, un puñado de ese montón de trigo?
-¡Ea! No es trigo, sino tierra… ¡Vete de aquí y no molestes más!
El mendigo observó con pena el grano dorado y volviéndose dijo:
-Perdone el señor, no lo había distinguido bien: en verdad es sólo tierra.
El amo no pudo contener su sorpresa cuando, a su propia vista, el montón de trigo se convirtió en piedra, y tierra, y roca. Toda su ganancia se había perdido por avaricia y quedó arruinado para siempre.

¿Como es posible la similitud de las leyenda? Probablemente una fue importada de otra, hay que tener en cuenta que tanto la finca de El Montón de Tierra como el monte de El Montón de Trigo están al lado de cañadas o cordeles y que la transumancia hacía de hilo conductor de leyendas, canciones y tradiciones en los diversos territorios por los que pasaba.