Más de cuatro siglos de devoción al Cristo de Valdelpozo y como se forjó ese sentimiento, es el motivo de esta historia.
El 15 de abril de 1590, domingo de Ramos, tras salir de misa de la iglesia, un grupo se valdepuseños liderados por el alcalde mayor MIguel González de Belorado, bajaron a la ermita existente en Val del Pozo para aprobar las Ordenanzas de la Cofradía del Santo Crucifijo de la Vera Cruz de San Martín de Valdepusa, en aquel momento eran alcaldes ordinarios Juan de Herustes y Juan Díaz Agüero, escribano Diego Velez y regidores Francisco Martín del Valle y Bartolomé Gómez de Yagüe.
Ya existía en Valdepusa otra cofradía de la Vera Cruz, la de Malpica, pues desde comienzos del siglo XVI fue muy extendida la veneración a la Cruz de Cristo.
Así se había dado luz a lo que cuatro siglos más tarde conocemos como la Hermandad del Santísimo Cristo de Valdelpozo.
La primera época.
En aquellos primeros años, la Cofradía tuvo que “competir” con otras muchas cofradías que existían en la villa, como por ejemplo la Sacramental, que estuvo vigente hasta comienzos del siglo XX y que en el siglo XVI contaba con gran apoyo del Concejo, o con la de Nuestra Señora de la Bienvenida, con gran poder económico, con ermita, bueyada y tierras propias.

Aunque la de la Vera Cruz, también recibió algun apoyo económico de los Señores de Valdepusa, pues está documentado que en 1625 Don Pedro Barroso de Ribera mandó desde Toledo a San Martín, con Bartolomé Diéguez una cantidad de dinero para el culto del Cristo de Valdelpozo, lo que nos viene a confirmar que la denominación de Valdelpozo ya era popular treinta años después de la creación de la Cofradía.
La Cofradía de la Vera Cruz participaba en diferentes fiestas religiosas, con gran presencia de los cofrades en las procesiones y oficios de la Semana Santa, la celebración del Corpus Cristi, la exaltación de la Cruz, el 14 de Septiembre o el día de Reyes, sin embargo, fue la celebración de la Invención de la Cruz o Cruz de Mayo, el día 3, la principal reunión en exclusividad de los hermanos cofrades. De esa devoción a la Imagen de Valdelpozo, que se fue afianzando con el paso de los siglos, se convirtió el 3 de Mayo en el mayor acontecimiento religioso de San Martín de Pusa, siendo hoy en día su Fiesta Mayor.
Los cambios en las Ordenanzas.
El adaptar las Ordenanzas a los tiempos, eliminando rigideces y abriendo la cofradía a la sociedad, fue, con el paso de los años, fue integrando devociones de otras cofradías en la del Cristo de Valdelpozo.
Muy probablemente, fue esa adaptación lo que la hizo sobrevivir a los avatares de la historia hasta nuestros días.
En 1762 se modificaron las Ordenanzas, adaptándolas y haciendo más flexibles las obligaciones de los hermanos cofrades, en el propio documento que se presentó ante el arzobispado se justifica dicho cambio por la pérdida de devoción hacia la Sagrada Imagen.
Un siglo después 1863 se vuelven a renovar las Ordenanzas y a refundar la Cofradía, en este caso pasan a llamarse Estatutos y cambia nuevamente de nombre, pasando a denominarse Cofradía del Santísimo Cristo de Valdelpozo.

El siglo XIX, la apertura al pueblo.
El siglo XIX es el verdadero impulsor de la cofradía para situarla como el centro se espiritualidad de San Martín, sobre todo por los acontecimientos ocurridos durante la Guerra de la Independencia, con la ocultación de la imagen en el pozo de la propia ermita, incluso amputando los brazos del Cristo para que cupiese y su posterior recuperación una vez finalizada la contienda, con la sorpresa para los vecinos de que tras un largo periodo de la imagen y los brazos en el agua no sufrieron ningún tipo de podredumbre.
Esto llegó a ser considerada a la Imagen como milagrosa, y así lo comunicó de forma efusiva el vecino de la villa Eusebio Ruiz en diciembre de 1814 al recién nombrado vicario de Toledo, por Fernando VII, D. Francisco Antonio Cebrián y Valda.
A finales del XIX tenemos otra muestra del aumento de la devoción por el Cristo de Valdelpozo, ya no solo en San Martín, sino también en los pueblos de la comarca, así en la visita de la vicaría de Talavera para informar de la refundación y renovación de Estatutos y de la situación de la ermita, el visitador describe lo siguiente:
Estracto del informe emitido por D. Francisco Sánchez Villamil, visitador del vicario de Talavera con motivo de la creación de la Hermandad del Santisimo Cristo de Valdelpozo en 1863.
“… que en la última visita verificada en dicha población, viendo con la mayor satisfacción el culto religioso que los habitantes tributan a la Divina Imagen, igualmente que los fieles se pueblos limítrofes, se proporcionaron algunos recursos para levantar una pared maestra que se hayaba desvenida en la citada ermita, lo que así tuvo efecto, quedando el templo espacioso y con todo decoro, y desde dicho tiempo viene incrementando el culto expresado, conceptuando que con la creación de esta cofradía continuará acrecentándose…

«SE REDIFICO ESTA OBRA EN EL AÑO DE 1859 EN EL MES DE FEBRERO A PETICION DE LOS VECINOS, SIENDO ALCALDE [ZE]NON FERNANDEZ NOMBRADA POR QUIEN FUE A PEDIR LA LIMOSNA, Y LE ACOMPAÑO YGNACIO MARTIN»
Su tránsito por el siglo XX.
La historia de la ya Hermandad del Santísimo Cristo se Valdelpozo en el siglo XX, viene desgraciadamente marcada por la Guerra Civil, si bien hasta la contienda la Hermandad se fue afianzando, tanto en el sentir de San Martín, como en el de otros pueblos de su entorno. Sus actos religiosos eran muy celebrados con la participación de predicadores, los mejores de la Diócesis, tanto en los sermones de la misa del día 3 de mayo, como en la de Esclavos del día 4.
En 1923 un sanmartileño, miembro de la Hermandad dejó para la posteridad aquel milagro de la Guerra de la Independencia, en el romance El Cristo de Valdelpozo, dedicado a su abuelo, Don Manuel Muro, quien también fue hermano. Era el poeta Rómulo Muro, gran divulgador de la devoción por el Cristo y su fiesta. A él se debe la letra del himno del Santísimo Cristo. En 1893 en su obra Cosas de mi Tierra, bajo el título El Cristo de mi lugar, hacía una maravillosa descripción de la celebración de la fiesta del 3 de mayo.
Hoy un soneto de Muro preside una parte del altar de la ermita.

Pero llegó la Guerra Civil… y una guerra no es otra cosa que la fase final de lo que la razón no ha sido capaz de solucionar y entonces es cuando lo que se mide es la sinrazón de uno u otro bando.
Y la sinrazón hizo que aquella Imagen del siglo XVI fuera destruida.
Según la documentación de la Causa General, remitida desde San Martín en 1940, en agosto de 1936 un grupo de milicianos quemaron imágenes y ropas de culto de la iglesia y de la ermita, entre esas imágenes estaba el retablo barroco de la iglesia con todas sus esculturas, entre ellas el Cristo de la Quinta y de la ermita las imágenes de la Pasión de la Semana Santa y venerada imagen del Cristo de Valdelpozo. Tras el fuego, entre las cenizas, solo quedó el resto de un dedo de la imagen que hoy se conserva en la ermita.
La Hermandad siguió existiendo tras la contienda y pronto, olvidando aquella sinrazón, se dispuso encargar una nueva imagen lo más similar posible la primitiva, la que actualmente se venera, con la que se volvió a iniciar las celebraciones en 1940.
Tal y como hemos descrito, ha sido durante más de cuatro siglos la mirada esa imagen del valle del Pozo o Valdelpozo la que ha aglutinado a su alrededor el sentir de un pueblo, el de San Martín de Valdepusa, hoy de Pusa.
Terminamos con esta saeta que según la prensa de la época se cantó en un balcón de la villa el 3 de mayo de 1923:
“Cuantos a esta procesión acuden llenos de gozo devotos, amantes son del Cristo de Valdelpozo”