Las celebraciones de de San Juan y San Pedro, próximas al solsticio de verano, se extienden por todos los rincones de la piel de toro.
Son noches mágicas, cuyas tradiciones se remontan a antiguos ritos paganos, asumidos por el cristianismo, que utilizó el 24 de junio como el día de San Juan Bautista, seis meses antes del nacimiento de Jesús. El símbolo de El Bautista tiene un significado de purificación.
En nuestra tierra hemos ido perdiendo parte de esas tradiciones, nos queda el recuerdo a través de la tradición oral y de aquella obra de Rómulo Muro “Cosas de mi tierra”, que en 1893 fue publicada por capítulos en la revista La Campana Gorda.
Cuenta Rómulo Muro que la noche de San Juan eran una noche dada a la superstición, así nuestros paisanos del siglo XIX, ese día se ponían ropa limpia y se sembraba la albahaca, pues si se sembraba esa noche crecía mas rápidamente. También era tradición lavarse la cara a las 12 en punto de la noche, en la creencia de que quienes se lava la cara nada más comenzar el día de San Juan, ganarán en belleza y lozanía. Algunos, bajaban al pilón a la espera que el reloj de la torre diera las 12 de la noche para proceder al lavado en grupo.
En esta noche, el agua y el fuego juegan un papel purificador, ambos elementos están presentes en gran parte de las manifestaciones festivas de San Juan.
La purificación del agua viene de la tradición celta. Bañarse en fuentes, rios, playa, etc tenía un efecto de bendición y protección contra las enfermedades.
Dentro de esa noche mágica, otros ponían un huevo en un vaso y con la claridad de la noche se miraba al huevo y como si fuera un oráculo y en él cada cual veía o se imaginaba cualquier cosa.
Para San Pedro los mozos homenajeaban a sus pretendidas.
Para San Pedro, las mozas se acicalaban las faldas con ramos de flores colgadas, pañuelo de cenefa y moño de picaporte, mientras los mozos, se engalanaban con calzón corto de paño de Sonseca, que en esa época era como de Calvin Klein o algo así, blusa abierta de color blanco, faja nueva, sobrerito, pañuelo y medias azules.
Por la noche los novios o pretendiente enramaban las rejas de las novias o mozas pretendidas con diferentes ramajes, clavelinas, rosas, hierba Luisa, sándalo, juncia, romero, ramas de albaricoque y ramos de olivo. Todos ellas engalanadas con cintas de colores y algún que otro regalo como rosquillas o dulces que dejaban colgadas de las ramas.
A veces los pretendientes no eran correspondidos, al menos aquellos que por primera vez se disponían a enramar las ventanas de la moza y por ello se hizo popular un dicho; “No siempre, quien la enrama la encama”.
Decía Rómulo que en estas tierras a cada flor o árbol se le da un significado, así la higuera locura, la albahaca odio, por eso no se ha de regalar y la oliva esperanza.
Otra tradición, esta vez laboral, era el «ajuste» o contratación de los pastores por San Pedro, tradición que se remonta a los inicios del Real Concejo de la Mesta, por la cual una vez finalizada la transumancia de la primavera y realizado es esquileo se «ajustaban» los pastores, como inicio de un nuevo año laboral. Por estas razones pastoriles, este santo es también conocido como San Pedro Borreguero.
Como veis, después de las duras tareas del campo y de la casa, nuestros antepasados, buscaban en estas fiestas momentos de diversión, de júbilo y también de socializació n.
Mas tarde llegó la radio, la televisión, los móviles, los ordenadores, etc, la tecnología que nos ha hecho más fácil la vida, pero más vacía de emociones, ahora la inmediatez nos impide saborear los buenos momentos de la vida.