El comienzo de los hechos.
El verano de 1634 Jacinto de Melgar, alcalde mayor y corregidor de San Martín de Valdepusa y administrador del Estado de Malpica y Valdepusa, se vio envuelto en un por haber confiscado unas mulas Francisco García, labrador de Pueblanueva, que tenía arrendadas unas tierras en el quinto de Los Jarales. Jacinto les confiscó las mulas al acercarse al acarreo de las mieses y comprobar que había labrado más de lo acordado en el contrato de arrendamiento.

Francisco García era un labrador bien “abonado” como decía él, es decir con gran solvencia económica, por lo que quiso pagar una multa o fianza para recuperar sus mulas, a lo que el corregidor se negó.
Entonces optó por llevar el asunto a su terreno y toda vez que era Familiar del Santo Oficio de la Inquisición en La Pueblanueva, da poderes para que se querellen contra el corregidor los inquisidores de Toledo, esto ocurrió el 29 de julio de 1634.
Los instructores de la Inquisición enviados a San Martín
Desde Toledo los inquisidores, mandan a un instructor para aclarar lo acontecido, este era Juan Blázquez de la Llave, un joven clérigo de corona y grado que no fue muy bien recibido por el corregidor, es más fue directamente encarcelado por éste en la cárcel de San Martín de Valdepusa, según detalló de su puño y letra en la carta que mandó a Toledo el 3 de agosto
“En la villa de San Martín de Valdepusa, a 2 de agosto, notifiqué yo, Juan Blázquez de la Llave, clérigo de grados y corona, a Jacinto Melgar, corregidor de San Martín de Pusa el mandamiento del Santo Oficio, y hizo acción para quitármelo, y yo me resistí. Y después de haberle acabado de leer me mandó llevar a la cárcel y me echó en el cepo. Y luego me quitó el dicho mandamiento, y yo, defendiéndome para que no me lo quitase, me hizo fuerza y se estrujó el mandamiento, y yo le solté porque no se rompiese. Y esto fue forzado después de que yo le había notificado el dicho mandamiento en su persona, e dijo que era falso lo que venía en el mandamiento. De lo cual hice testigos a Alonso Sánchez Carmena, y a su hijo Alonso Sánchez Carmena, clérigo de grados y corona; y Andrés Hidalgo Muñatones, clérigo coronado; y Juan de Contreras; y Juan Martín de Casavieja y Marcos de Rojas. De lo cual, para la verdad de esto lo firmé de mi nombre por el poder que traigo del Santo Oficio.”
Debió ser un escándalo para los inquisidores de Toledo enviar a un comisionado y acabar directamente en la cárcel, por ello mandaron rápidamente un sustituto para realizar las averiguaciones oportunas, ese era Diego Barrantes de Bracamonte, comisario del Santo Oficio, cura de La Pueblanueva y protonotario apostólico de Su Santidad.
Diego llegó a San Martín de Valdepusa el 5 de agosto, y ordenó a Juan Fernández Illán, alguacil de la Inquisición en dicha villa, que le llevara a la cárcel para tomar declaración al pobre clérigo, donde le encontró “con unos grillos en las piernas”. Le tomó declaración y éste, además de lo relatado en su escrito, añadió que el miércoles 2 de agosto entre las siete y las ocho de la mañana fue a las casas principales que tiene el Marqués de Malpica en la villa y entró en un cuarto bajo que está enfrente de la puerta, donde halló a Jacinto de Melgar acostado en su cama, cuando se hubo vestido le pidió licencia para notificarle el mandamiento y se la dio “pero hizo acción de querérsele quitar” y le volvió la espalda, al ver que era de los inquisidores dijo “lea vuestra merced pues es de los señores inquisidores”, a la mitad de la lectura dijo que era falso pero que lo entendía, y forcejeó con él para quitárselo y “por temor a que se rompiese se lo entregó”.
Entonces el corregidor llamó a Juan Sánchez Manchado, alguacil y alcaide de la cárcel, y le ordenó que le llevase a la cárcel y “le pusiese de cabeza en el cepo y dio muchas prisas a ello”, le pidió reiteradas veces que no le encarcelara porque era clérigo de grados y corona “y le enseñó el título de corona, porque el de grados le tenía presentado en el Consejo de Su Alteza para efecto de ordenarse de epístola”, pero no le hizo caso. Dijo que muchas personas van a la cárcel a contarle que el corregidor dice que “el clérigo me lo ha de pagar por todos”.
El comisionado también tomó declaración a otros cinco testigos en San Martín quienes se ratificaron a lo contado por el clérigo.
Los sanmartileños que declararon fueron; Alonso Sánchez Carmena, el viejo, de 55 años, Alonso Sánchez Carmena, el mozo, de 20 años, clérigo de grados y corona, Andrés Hidalgo, de 20 años, clérigo de corona y vecino de la villa, Juan de Contreras, de 45 años “poco más o menos”, maestro de barrero, (que hacía objetos de barro), Juan Martín de Casavieja, de 34 años, zapatero.
Toma de declaraciones en Pueblanueva y Malpica
El 6 de agosto, el comisario don Diego de Barrantes y Bracamonte fue a La Pueblanueva, para hacer las averiguaciones, para ello hizo llamar a los testigos presentados por el querellante Fernando García.

Declararon en La Pueblanueva; Juan Alonso, de 32 años, Diego Blázquez, hijo de Juan Blázquez de Francisco Sánchez, de 25 años, Gabriel Alonso, de 50 años “más o menos”, vecino del mismo lugar, Miguel Sánchez de Vega, de 30 años, más o menos, vecino del lugar, Antonio Suárez el viejo, de 70 años, vecino de La Puebla, Pedro Blázquez, de 48 años, familiar del Santo Oficio y vecino de La Pueblanueva, todos ellos realizaron declaración muy parecida a la versión de Francisco García.
Obrando de desde la independencia, el comisionado tomó declaración a Alonso Fernández, de 28 años, escribano de la villa de Malpica dijo que;
“el alcalde de esta villa y corregidor de San Martín, procede criminalmente contra los labradores de la labranza de Los Jarales de esta jurisdicción porque, contraviniendo a la escritura de arrendamiento y condiciones de ella, tienen sembrado en dicha labranza mucha cantidad de tierras más de las que les pertenece, así en rastrojo como fuera de ojo, sin guardar orden de ella. Y unas de las condiciones de dicha escritura son que lo que más sembrasen, así en rastrojo como fuera de ojo lo tengan perdido con hipotecas de sus ganados y pan sembrado. Y habiendo resultado de la sumaria información culpado el dicho Fernando García y demás labradores, proveyó auto de prisión y embargo de bienes, pudiendo se habidos en esta jurisdicción; y auto que no segasen ni sacasen el pan de la dicha labranza hasta tanto que se proveyese el caso justicia.
Y este testigo, como escribano de esta villa, fue a la dicha labranza y le hizo notorio a los que pudieron ser habidos, (a los que estaban) y no al dicho Fernando García por no serlo. (por no estar).
Y para que viniese a noticia de los demás, dio razón por escrito del efecto del dicho auto a un labrador, que no se acuerda su nombre ni si firmó la dicha razón.
Y después vino a noticia de dicho corregidor que, contraviniendo el dicho auto, el dicho Fernando García y demás labradores sacaban pan de la dicha labranza” Y cuando se les preguntaba por qué lo hacían si se les había “notificado lo contrario, respondían que lo habían de sacar aunque le pesase al corregidor”. Aunque no sabe si esto lo dijo también Fernando García. “Y que si se lo impedían había de costar mucha pesadumbre al que fuese a ello. Y que cuando más no pudiesen habían de pegar fuego a los panes”.
Para evitar esto, este testigo, el corregidor, el teniente de alguacil de Malpica y otros criados del Marqués fueron a la labranza y, al ver que las mulas de Fernando García y otras estaban sacando el pan, las embragó el teniente de alguacil y las llevó a la fortaleza de Malpica.

Por la tarde Fernando García fue a hablar con el corregidor para pedirle que le devolviera las mulas “porque para lo que su merced pretendía cobrar abonado era él”. Al negarse el corregidor “se alteró en el hablar y, pareciéndole al dicho corregidor no hablaba con la modestia y respeto que se debe a la justicia, le pidió la espada. Y el dicho Fernando García se resistió a no dársela, sacando pies afuera y diciendo no tratase de quitársela que no la había de dar porque era familiar”. El corregidor le dijo que no tenía constancia de eso “y a constarme, yo obedeciera a un tribunal tan supremo. Deme vuestra merced la espada a mí”. Se la entregó y el corregidor le dijo que quedaba preso. Entonces Fernando García pidió a este escribano testimonio de lo que pasaba y él le respondió que lo pidiese por escrito. El corregidor volvió a entrar en la fortaleza y Fernando García y el escribano fueron a casa de éste último donde le dio el requerimiento pedido y le dijo que fuese a la fortaleza, pero cuando llegó, sobre las diez de la noche, el castillo estaba cerrado y se fue a La Puebla. Volvió al día siguiente con otros labradores a ver al corregidor “y trataron de convenirse por dicho exceso, y no tuvo efecto, y ambas partes dijeron: pues cada uno siga su justicia.
Y es todo cuanto sabe.
También tomó declaración a Gabriel Gómez, de 40 años, vecino y alcalde de Malpica, Dijo que de lo que pasó sabe que el corregidor llevó las mulas de Fernando García a Malpica y luego las hizo llevar a San Martín de Valdepusa “adonde al presente las tiene embargadas”.
Que el día de los hechos fue al castillo donde se hallaban el corregidor, Fernando García y otras personas, y que cuando llegó ya estaba Fernando García “sin espada y se la tenía entregada dicho corregidor a la mujer del castillero, y éste que declara se la pidió al dicho corregidor para dársela a Fernando García y se la entregó”. Entonces el corregidor le encargó que como alcalde que era de Malpica “le tuviese preso y a buen recaudo para entregársele cada que le sea pedido”.
Y que como tiene por abonado a Fernando García, “le deja y ha dejado ir a su casa a coger su cosecha y hacienda del campo, porque le tiene por hombre tan honrado que cada y cuando que le llame a la prisión vendrá porque no se le hagan extorsiones a este que declara”. Y que no se le ha notificado ningún auto para que libere al preso.
Y que no sabe nada más del asunto.
Toda la información pasó ante Juan López Resino, notario del Santo Oficio de la Inquisición de la ciudad y reino de Toledo, y del número de la villa de Talavera.
El corregidor presenta su defensa ante el Consejo de la Inquisición de Toledo.
El 8 de agosto, ante Alonso Dávila, escribano de Toledo, don Fernando de Ribadeneira, mayordomo de las rentas del marqués de Malpica en Toledo es nombrado para que le representase Jacinto de Melgar ante el Rey y el Consejo de la Inquisición de Toledo y ante los demás tribunales y jueces.
Este mismo día, Juan Francisco de Santiago, en nombre de Jacinto de Melgar, presenta una petición ante los inquisidores en la que dice que ha tenido noticia de que, a ruego de Fernando García, familiar del Santo Oficio, que acusa a su parte de proceder criminalmente contra él, los señores inquisidores han dado un mandamiento de inhibición contra dicho Jacinto de Melgar, ordenando que le suelte y desembargue sus bienes, y pide que por justicia “le deben suspender y denegar al susodicho lo que intenta” porque:
Primero, el mandamiento “se ganó con relación siniestra, pues supone que mi parte le tiene preso y embargados bienes por causa criminal y no es así, porque el procedimiento de mi parte es sólo por haber contravenido a las condiciones del arrendamiento de dicha labranza, él y muchos de los demás labradores, sembrando las tierras sobre rastrojo, estando prohibido por el contrato y arrendamiento mismo. Sobre lo cual es llano que se procede sólo al daño e interés civil y civilmente, como parecerá por los autos”.
Segundo, porque “no le tiene preso ni mandado prender”, porque sólo le tiene embargados algunos bienes, especialmente los hipotecados a la seguridad y cumplimiento del dicho arrendamiento y sus condiciones, para asegurar el juicio, cosa que se desembarga sólo con una fianza de estar a derecho. Y esto no sólo es en materia civil cosa ordinaria, pero aquí fue preciso por ser los labradores de otra jurisdicción y no estar arraigados en la de mi parte.
De lo que resulta que no tiene fundamento la queja ni el pedir inhibición pues en “causas civiles los familiares de este Tribunal no gozan del privilegio del fuero de él”, pide que, por tanto, dejen proceder libremente al corregidor “en dicha causa como meramente civil y de su fuero.
Además “digo el cura, y labradores y cazadores de La Pueblanueva son enemigos de mi parte porque tiene contra ellos diferentes causas pendientes. Y en especial contra el dicho cura una en el Consejo del Señor Infante (se refiere al arzobispo de Toledo) por talador y destruidor del bosque de Pusa”. Y también contra Juan Blázquez por la caza, porque “habiéndole hallado en su tierra le prendió” Y por indisponer al corregidor “con el tribunal le quieren imputar que fue porque le iba a notificar dicho mandamiento…Y se ganó comisión para que lo averiguase el dicho cura, no siendo así” Pide que se retire la comisión dada al cura “que por enemigo capital de mi parte le recuso”. Pide justicia y firma la petición junto a él el licenciado Ruiz de la Vega.
El 9 de agosto “en la audiencia de la mañana del Santo Oficio de la Inquisición de Toledo… estando en ella los señores inquisidores licenciados don Juan Ortiz de Zárate, don Pedro Díez de Cienfuegos y el doctor don Diego de Atienza” tras examinar toda la información mandaron que Jacinto de Melgar se presentase ante el Santo Oficio en un plazo de tres días, so pena de excomunión y de 200 ducados. De no hacerlo “irá persona que lo traiga preso”. Ordenan además que suelte al clérigo. Y dan autos para ello.
El temor a notificar lo ordenado por el Consejo al corregidor.
El 10 de agosto, Lorenzo Jiménez de Arteaga, cura propio de la villa de Griñón, vecino y estante en La Pueblanueva, es requerido por Fernando García para que vaya a San Martín de Pusa a notificar a Jacinto de Melgar el mandamiento anterior. Cuando llegó a la casa encontró a Jacinto de Hinojosa, su criado, a Francisca, esposa del corregidor, y a María, su criada. Pidió a la mujer verle, pero ésta no accedió. Lo intentó tres veces, y pidió por testigos a Alonso Sánchez Carmena, Andrés Hidalgo, Diego de Alba, Luis Méndez y otras muchas personas “y ninguno lo quiso hacer temiendo al corregidor, antes me dijeron no me cansase porque no se había de dejar ver si trataba de notificarle algunas letras porque andaba con tanto recelo que por ese miedo no salía de casa.” Parece ser que el corregidor era hombre temido por el comportamiento que pudiera tener al verse requerido por la Inquisición.
El día siguiente volvió a buscarlo acompañado de Miguel Díaz Rodríguez, escribano de la villa, porque María Paredes había oído que estaba en casa, porque doña María de Negrete, mujer de Diego de Moya, había preguntado a Lorenzo, criado del corregidor, por su amo y éste le había contestado que estaba en casa, en la cama y que no se había levantado. Se dirigió allí y en el patio se encontró a Alonso Fernández, que vive en las casas, y al preguntarle por el corregidor, su mujer o criados éste respondió “que en aquella casa no había más que él y que dicho corregidor estaba en Toledo o Madrid”. Le notificó el mandamiento para que se lo dijese porque nadie le dio noticia de Jacinto de Melgar.
El día 11 el escribano dio testimoniode lo ocurrido.
La verdadera razón del encarcelamiento del clérigo por el corregidor. Cosas de la caza.
El día 11 de agosto, Marcos de Rojas Montero, familiar y notario del Santo Oficio y vecino de San Martín de Valdepusa, se presentó ante los inquisidores y dijo que, el día que estuvo en la villa, el doctor Barrantes de Bracamonte le dijo que tenían que hablar y que ya se verían. Entendiendo que no le necesitaba para la averiguación, porque llevaba notario, se fue a Navalmoral a visitar a su hija enferma, pensando que el comisario seguiría en la villa cuando regresase por la noche. Pero sin citarle ni notificarle nada se halló puesto en la tablilla de los excomulgados. Pide que le absuelvan y le quiten de dicha tablilla pues “no he sido inobediente sino que siempre he estado presto de cumplir con lo que vuestra señoría me mandare, preciándome de ministro suyo. Y no he hecho ausencia maliciosa de la dicha villa de San Martín de Valdepusa, ni faltado a dicho comisario pues no me advirtió de nada”. Ordenan que se le tome declaración, y en la audiencia de la tarde del Santo Oficio de Toledo, al ser preguntado por la querella puesta por Fernando García al corregidor, dijo que el 2 de agosto, bajando del cuarto que habita en la casa del Marqués de Malpica donde “posa asimismo Jacinto de Melgar… en el cuarto bajo de dicha casa”, al entrar a la habitación vio un hombre en hábito de seglar al que oyó decir que se llamaba Juan Blázquez y era vecino de La Pueblanueva, relata los hechos ya conocidos por las otras declaraciones. Pero añade que él entendió “que la prisión es por una causa de denunciación de caza y no por causa que tocase a este Santo Oficio”. Y lo sabe porque la causa data de cuando él era corregidor de San Martín de Valdepusa. Y pide que le absuelvan y dejen en libertad. Su declaración pasó ante el escribano Gaspar de Soria. Al día siguiente los inquisidores dan la orden de que “cualquier confesor le absuelva y tenga la ciudad por cárcel”.
El día 14 reitera su petición de libertad diciendo que “por la causa del corregidor” de San Martín de Valdepusa está preso y solicita despacho para que le suelten “porque tengo una hija muy mala y la cosecha se me está perdiendo en la era”. Los inquisidores determinan “que sea advertido”.
El 14 de agosto, Jusepe Rodríguez, en nombre de Fernando García presenta una petición en la que expone que los señores del Santo Oficio mandaron que Jacinto de Melgar se presentase ante ellos en el plazo de tres días “sobre los excesos y prisión que hizo a Juan Blázquez, clérigo de grados, porque le notificó el mandamiento de este Santo oficio”. También se le dio mandamiento para que le soltase pero “no dio lugar a que se le notificase dicho mandamiento diciendo estaba ocupado y no queriendo parecer en público, por defecto de lo cual se notificó a su mujer y criados” “Además de lo cual, continuando su pasión, teniendo las mulas de mi parte embargadas en una casa particular, donde estaban bien tratadas por ser de mucho valor, las sacó y puso en el mesón, para costear a mi parte y que se maltraten”.

Por todo ello pide que le prendan, y secuestren y embarguen sus bienes y que le devuelvan las mulas a su parte. Y añade que todo lo ocurrido es causa de oficio que toca al fiscal, por lo que solicita que salgan a la causa.
Ese mismo día comparece Jacinto de Melgar aunque dice “no hay causa, sólo la obediencia”. Pide que se vea su causa.
Se ordena “que tenga la posada por cárcel con un guarda y que no la quebrante, pena de 400 ducados”, es decir el corregidor es encarcelado.
En su defensa, Jacinto de Melgar presenta una causa abierta contra Bartolomé Rodríguez y Juan Blázquez, y explica que el 29 de agosto de 1632 (dos años antes de los hechos) en San Martín de Valdepusa, ante Marcos de Rojas Montero, corregidor y justicia mayor de la villa y su tierra en ese momento, y ante el escribano Miguel Díaz, compareció Diego Rodríguez de Toledo, guarda de la dehesa de Valdepusa y “se querelló y denunció criminalmente” a Bartolomé Rodríguez, carpintero, hermano de Juan García, herrero, vecino de La Pueblanueva, y a un hijo de Juan Blázquez, que se llama Juan Blázquez, estudiante y vecino de dicho lugar, porque contraviniendo las ordenanzas de Valdepusa en lo que es “cerrado y vedado de su señoría el Marqués de Malpica” estaban cazando “con sus escopetas y arcabuces… por cima del sitio que llaman Valdelosilla”. Y pidió que se les condenara en las penas que hubieran incurrido.
En un auto el corregidor mandó que la denuncia se uniera a las demás que había de la dehesa “que está presto de hacer justicia cada que sean habidos los susodichos”.
Y se hizo justicia…
El día 17 en Toledo Jacinto de Melgar otorga su poder a Juan de Encinas, procurador del número de esa ciudad, para que le represente en sus causas, Y hace una petición exponiendo que “está preso con una guarda” y solicita la libertad “o a lo menos alzar la guardia y que se me tome confesión”. Ya que dice “agosto es el tiempo más apretado para las cobranzas del Marqués, mi señor, y los labradores, si no se cobra en la era, es dificultosa” Por eso pide que le suelten“ o a lo menos por el tiempo que fuere servido debajo de fianza”.
Los inquisidores ordenan que se incorpore la petición al proceso y que “confianza de cuarenta días que se presentará en este tribunal dicho corregidor sea absuelto”
Así el 18 de agosto, ante el escribano y los testigos Roque Esteban Nevado, Cristóbal de Chaves y Bernardo Méndez, vecinos y estantes en Toledo, Fernando de Ribadeneira, mayordomo de las rentas del Marqués de Malpica en esta ciudad, dijo que “en cumplimiento del auto de los señores inquisidores recibía de manos de su señoría preso y encarcelado a Jacinto de Melgar, regidor de la villa de San Martín de Pusa”.
Lo concluyente de este proceso es que la jurisdición civil venció al uso abusivo que un familiar del Santo Oficio quería hacer de la justicia inquisitorial para su beneficio personal. Además se puede destacar la agilidad de la justicia de la Inquisición en esa época, pues en poco más de un mes, se dieron nombramientos, se tomaron declaraciones y se dió resolución a lo acontecido. Para ahora querríamos una justicia tan rápida.
Referencia: Archivo Histórico Nacional. INQUISICIÓN,489,Exp.13. Pleito de competencias entre el Tribunal de la Inquisición y la jurisdicción ordinaria. Año 1634.