Coincidiendo con la declaración de Fiesta de Interés Regional la fiesta de los Morraches de Malpica, vamos a contar algunas curiosidades relacionadas con estos personajes.
La primera es que mientras en Malpica se les denomina «morraches», en San Martín se denominaban «marraches», así lo atestiguan tanto los escritos de Fermín Caballero como de Rómulo Muro en el siglo XIX.

Nos tenemos que remontar a finales del siglo XVI para encontrar los primeros datos históricos de danzantes y máscaras en las celebraciones religiosas de Valdepusa. En el famoso Libro de Cuentas del Concejo de San Martín (1584-1596), existen repetidas anotaciones anuales con motivo de la compra de ropas, pago de danzantes, tamborileros, confección de máscaras y compra de cascabeles, los cascabeles se utilizaban para los sonajeros y adornos de los danzantes, relacionadas con la festividad de El Corpus, toda vez que en la villa una de las cofradías más importantes existentes era la del Santísimo Sacramento. Aún hoy para la festividad de El Corpus aún existen mascaradas en diversos sitios de España, como el Colacho en Castrillo Murcia (Burgos) o los danzantes y mascaras de Camuñas (Toledo), aunque posiblemente donde se conserve la tradición más parecida a la de Valdepusa del siglo XVI sea en Venezuela con sus célebres mascaradas de Diablos Danzantes de El Corpus.
Estas son algunas de las anotaciones de El Libro de Cuentas:
“Por libranza de los alcaldes ordinarios 3.128 maravedís que pago a Diego Ruiz de González. Vecino de esta villa para hacer y ensayar la danza y comprar zapatos para los danzantes que danzaron el día del Sacramento.”
“Libranza de los alcaldes regidores de esta villa de 3.956 maravedís, los 3.000 que se dieron a Juan Bautista vecino de Navalmoral por los vestidos y máscaras que dio para las danzas, y lo demás en la comida de los frailes que trujeron las andas y otros gastos por menudo (23/06/1590)”.
“Se gastaron 16 reales en comprar 9 docenas de cascabeles para con los demás que tiene el concejo para la fiesta del Sacramento y otras, los cuales se dieron a Diego Izquierdo por mandado de Miguel de Velorado (23/06/1590).”
“Se paga a Alonso Martín y a Diego Hinojosa, tamborileros que tañeron la danza del Sacramento (28/06/90).”
“Pagan a los tamborileros, a los frailes que han venido de Talavera; 10 pares de zapatos para los danzantes; 7 reales a Diego Muñoz vecino de Talavera de dos días que se ocupó en comprar y traer de Talavera los vestidos pa la danza de la fiesta del Santísimo Sacramento, más 8 reales del trabajo que tuvo en enseñar a los danzantes y tocar, ocupaciones que importan 15 reales”.
Ya en el siglo XIX, Rómulo Muro en “Cosas de mi tierra” nos cuenta como era la celebración del día de San Sebastián en San Martín y la participación de los marraches, cuya celebración duraba hasta el día 24 de febrero, cuando bajaban la imagen de San Sebastián a la ermita en procesión acompañada de los marraches y la vaquilla.
También el “marrache” actuaba en Carnaval según Rómulo Muro, y así describe el mercadeo y juegos que se hacían durante dichas celebraciones:
«En tanto que esto ocurre, en los alrededores, pululan, el tío con la criba llena de rosquillas de aceite y el botijo de resolí, la de las castañas pilongas, la naranjera, y el del resolí rodeado de chiquillos que brincan por pescar el higo pendiente de la cuerda, y sacan las manos llenas… de cañazos que les propina el marrache por atrevidos.
Digamos que la festividad y alboroto de los marraches o morraches a veces se excedía de las normas o la moral de la sociedad, tenemos un ejemplo de 1803 donde el alcalde mayor de San Martín tuvo que intervenir de oficio contra el alcalde ordinario de Malpica, Pedro Recio, «por las ocho cencerradas que se han dado en Malpica y que han causado mucho daño» y el alcalde malpiqueño no habría actuado en consecuencia contra ellos.
Pero quizás la información más curiosa, en la que interviene la religión, la política del momento y los morraches de Malpica es la acontecida en 1865 entre las disputas de fieles de San Martín y el cura ecónomo que llegaron a la prensa.
En 1839 nacía en San Martín, Ciriaco Fernández-Giro y Escobar. Los Fernández-Giro tuvieron siempre buena relación con los marqueses de Malpica. En 1806 existe un protocolo notarial de la duquesa de Arión por la cesión de un tierra a favor de Laureano Fernández-Giro y en 1808 Eugenio Fernández-Giro era el guarda de la dehesa. Además Ciriaco era tío carnal de Rómulo Muro, hermano de su madre, el escritor sanmartileño que escribió sobre los marraches, por lo que sobre la tradición de Malpica, el bueno de Ciriaco algo sabría.

Llegó Ciriaco a ser cura e incluso catedrático del seminario de Toledo, pero en 1865 tomó, al parecer mando en plaza en San Martín, y como hombre recto que era, impuso ciertas normas en la iglesia que no eran del agrado de la mayoría del pueblo. El periódico La Iberia publicó en su número 3.346 una denuncia sobre las actuaciones del cura de San Martín, desgraciadamente ese número no se conserva en la Biblioteca Nacional, pero otro periódico denominado La Corona, de tendencia progresista y editado en Barcelona, publicó escandalizado esas supuestas malas prácticas de Ciriaco. Una de ellas era, que al parecer se llevaron vestimentas de la ermita del Cristo de Valdelpozo a Malpica para los danzantes que allí salen por San Sebastián, e incluso se mofaban del supuesto afán recaudatorio que tenía el cura, suponen que cobraría por ello.
No tardaron en dar contestación a la denuncia un grupo denominado «Los discípulos de don Ciriaco Giro” en El Pensamiento Español, defendiendo su integridad y honorabilidad.

En mi opinión y dada la rivalidad que existía en esa época, tanto por ocupar cargos religiosos entre presbíteros del mismo pueblo, como en la política entre conservadores y liberales, y de ahí la denuncia de parte de los vecinos, cabe la posibilidad que don Ciriaco prestara a los morraches de Malpica algunas ropas de la ermita de San Sebastián de San Martín, y en la denuncia presentada en el periódico se pudo cambiar la versión por la ermita del Cristo de Valdelpozo, toda vez que así podrían hacer más daño a la imagen del párroco, tanto dentro como fuera del pueblo.
Aún seguro que queda historia por descubrir de esta centenaria celebración de danzantes, diablillos y mascaras que gracias a Malpica y Santa Ana, con sus «perros», aún conservamos en Valdepusa.