Esta ancestral costumbre de molestar a los viudos y viudas en el día de su boda o los previos a la misma como una forma de protesta, bien por la diferencia de edad entre los novios, por ser demasiado mayores para “esas cosas” o por la dificultad para buscar pareja, ha sido ampliamente estudiada por el antropólogo y Doctor de Geografía e Historia de la Universidad de Valladolid, José Luis Alonso Ponga.
Para ponernos en situación Alonso Ponga describe de esta forma las cencerradas de viudos:
El son y ruido desapacible que hacen los cencerros cuando andan las caballerías que los llevan. En los lugares cortos suelen los mozos las noches de los días festivos, andar haciendo ruido por las calles, y también cuando hay bodas de viejos o viudos, lo que llaman noche de cencerrada… los mozos unas veces, otras el pueblo entero, se armaba de cencerros, almireces, calderos rotos, botes llenos de piedras, rejas de arado viejas y cualquier instrumento que pudiese hacer ruido, y se llegaban delante de la casa del viudo o de la viuda que se iba a casar y allí se pasaban la noche armando el mayor escándalo posible, hasta que el novio, pagaba una cantidad de vino que fuese del agrado de los rondadores.
El día de la boda era la segunda parte. Los mozos, enganchaban dos bueyes viejos y malos, o dos burros del peor pelaje que se pudiesen encontrar en la localidad, a un carro, en el que colocaban también un palio.
La comitiva estaba formada por unos mozos, que iban delante del carro, revestidos grotescamente de curas, con las sayas de cualquier vieja del pueblo, otros de sacristanes, los cuales llevaban a modo de incensarios calderos rotos en los que quemaban excrementos de perro, gato, gallina, pimentón y guindillas, y con ellos iban incensando a los pobres viudos.”
Ocho cencerradas a dos parejas en Malpica.
Pues bien, en el legajo 2306, expediente 7 del Consejo de Castilla bajo el título:

Expediente formado a representación del Alcalde Mayor de la villa de San Martín de Pusa con que remite los autos que ha formado a resultas de ocho cencerradas que han dado en la villa de Malpica, se han originado graves daños que no ha castigado el Alcalde Ordinario Pedro Recio.”, (en el anunciado del expediente hay un error, pues el Alcalde Ordinario era Andrés Recio, no Pedro Recio), es una muestra más que representativa de esta tradición, la cual perduró en Malpica has los años 60 del siglo XX .
Vamos a contar los hechos de una forma resumida.
Corría el año de 1788 cuando el Alcalde Mayor de San Martín realiza unas averiguaciones sobre cuatro cencerradas que se habían dado en Malpica a Julián Lorente de estado viudo y a Teresa Gregoria Palomo de estado honesto y otras cuatro a Pedro Moyano de estado soltero mozo de 22 años por casarse con Manuela Ruíz, viuda Alfonso Gómez Tomé conocido por el mote de “Mula” de 24 años.
Como consecuencia de las cencerradas, la primera pareja, Julián y Teresa Gregoria, disolvieron sus esponsales, mientras que tras las cencerradas a la segunda pareja, Pedro y Manuela hubo una multitudinaria riña en la que se produjeron varios heridos.
La interveción del Alcalde Mayor de San Martín
La intervención del Alcalde Mayor de San Martín, Miguel Jesús Gómez Xarillo, se motivó por la inoperancia del Alcalde Ordinario de Malpica, Andrés Recio, y porque se estaba incumpliendo la Real Orden de 25 de septiembre de 1765.
Se tomó declaración a los siguientes testigos; primeramente a Francisco Solano Raigón, vecino de Malpica, quien dijo:
«Que en los días siguientes para casarse Julián Loriente, de esta vecindad, por varios vecinos de ella, en las tres noches de los respectivos días de la publicación, dieron tres cencerradas a la puerta de la novia por ser citado Julián viudo, habiendo hecho llegar un carro o carreta y puesto a la puerta de la novia, uno de la cencerrada desde lo alto del carro echó un sermón de palabras obscenas e injuriosas al novio y a la novia, siendo mezcladas personas de ambos sexos y al algunos hombres vestidos de mujeres. Siendo lo particular que en una de las noches de las cencerradas, llevaron en el carro a una vieja que iba haciendo de novia y a un mozuelo con disfraces fingiéndose novio.«
Tras estos atropellos, según el testigo la novia para acabar con las burlas “se ha escusado contraer matrimonio”.
También cuenta el testigo que habiéndose publicado el día de la Ascensión a Pedro Moyano, de estado soltero y Manuela Ruíz de estado viuda, previendo las posibles cencerradas, le encargó el novio que fuera a dar cuenta al Alcalde Ordinario para que “contuviera semejantes excesos, expresándole el dicho Alcalde que sabía que había una Orden del Rey lo prohibía y que como ignoraba los sujetos que podrían salir a la cencerradas, no podía requerirles para que se contuviesen.”
Aún así parece ser que se dieron las cencerradas, el novio volvió a dar “queja verbal y recado” al Alcalde mediante un abogado de Cebolla, pero no surtió efecto, pues en la segunda cencerrada apedrearon a la mujer del testigo, encerrándola en su casa, por “el solo motivo por haberles ido a reconvenir su osadía. Con cuyo motivo la mujer del declarante acompañada de Thomás López pasó a casa del Alcalde Ordinario a dar quejas de semejantes tropelías”
El testigo cuenta que en la cuarta cencerrada dada a Pedro Moyano fue “un tropel de gentes en crecido número y entre ellas personas de ambos sexos y de todas las edades con palabras escandalosas y deshonestas, dieron golpes a unas ventanas y puertas de la citada casa desafiando e insultando a los que estaban dentro.” Todo ello acabó en una riña entre la muchedumbre y los de dentro de la casa con varios heridos, siendo algunos de ellos criados del Alcalde, lo describe de la siguiente forma:
“se trabó una riña de la que resultó herido un sobrino del Alcalde Ordinario, que sabe así mismo (el testigo) que los criados y parientes del citado Alcalde concurrieron a la cencerrada con los cencerros o campanillos de los ganados de dicho Alcalde y éste no ha procedido contra los que dieron las cencerradas y si contra el novio y otro que salieron en su defensa. Y así mismo sabe y le consta que le ha puesto preso en la cárcel y dieron cencerradas en su prisión.”
También se tomó declaración a Julián Lorente, uno de los novios, que prácticamente declara lo mismo que el anterior testigo, aunque añade:
“Publicó el citado pastor en la plaza pública otro sermón, cuyo alboroto se hizo más visible por haber acompañado al carro algunas con hachones encendidos, de todo lo cual ha acontecido que la novia del declarante avergonzada y temerosa de mayores tropelías ha desistido de casarse con el declarante y sabedores de este hecho los del pueblo continuaron con la cuarta cencerrada en la noche del Domingo de Pascua de Resurrección con ocasión de que el declarante estaba en la villa de Talavera.”
En otras zonas de España eran común las cencerradas a los viudos en tiempos de carnaval.
Los heridos y el auto del médico.
A estas declaraciones acompañó el Alcalde Mayor un auto del cirujano titular de la villa, Josef de Navas, quien declaró sobre los heridos de la siguiente forma:
“… hubo cuatro, uno llamado Juan de Ampuero quien se haya con una herida contusa en la cabeza. Otro Juan de la Cruz quien se haya con una contusión en la articulación del brazo derecho. Otro Antonio Moreno quien se haya con una contusión ligera en el lomo, omoplato o espaldilla. Otro Rafael Thofiño con una herida leve en un brazo.”
Con todo ello el Alcalde Mayor manda los autos el 10 de mayo de 1788 desde San Martín al Consejo de Castilla, para que; “resuelva como siempre lo más acertado, bien sea librándole provisión para que proceda contra los principales culpados o bien reasumiendo la jurisdicción del Alcalde Ordinario…”. Y aquí posiblemente estuviera el motivo de la intromisión del Alcalde Mayor en las cencerradas, las desavenencias jurisdiccionales con el Alcalde Ordinario de Malpica, toda vez que en el mes de abril de ese año el Andrés Recio, el Alcalde Ordinario, ya había enviado un escrito al Consejo de Castilla, por intromisión en su jurisdicción por parte del Alcalde Mayor de San Martín, al detener a un pastor de ganado lanar en terreno de Malpica, con escribano y ministros de San Martín.
Las competencias jurisdiccionales y la resolución del Consejo.
Este problema de competencias jurisdiccionales le unió el Consejo al de las cencerradas y mandó al Alcalde Mayor poner unos bandos en los lugares más públicos y visibles de Malpica, indicando la prohibición de las cencerradas por Orden Real, así mismo se le instó al Alcalde Ordinario a presentar los autos que había realizado con motivo de las cencerradas e insertar la orden en los libros capitulares del Ayuntamiento “a fin de que contase todo el tiempo”.
Con respecto a la causa; «se le previno al Alcalde Mayor en el ser y estado en que estuviese, haciendo ver al Alcalde Andrés Recio actuase con más actividad a fin de evitar encuentros tan perjudiciales al vecindario, privando a este en ese omisión por no haber prohibido las cencerradas anteriores, de cobrar costas algunas que exigiese de él, las que se causaron de la Comisión.”
También ordenan dejen en libertad al novio, Pedro Moyano.
El 23 de julio el Alcalde Mayor pone el bando, pero la inserción en los libros no se lleva a efecto, por no estar el escribano, igualmente Andrés Recio se niega a entregar los autos de la causa, alegando la ausencia del escribano y tampoco quiere pagar las costas. Después de varios requerimientos no es hasta el 27 de diciembre cuando el Alcalde de Malpica envía los autos.
Con ello el Consejo de Castilla da por finalizada la causa, aunque la deja abierta por si hubiere nuevos recursos, finalmente se da por sobreseída el 7 de marzo de 1803 ¡quince años después!.

Conocemos por Paco Corral que en el siglo XX se dieron algunas cencerradas, imaginamos que el bando del Alcalde Ordinario de San Martín surtiría efecto por algún tiempo, pues las penas por su incumplimiento eran; “treinta días de cárcel, la primer vez… si reincidieren se les destinaría a las armas por el tiempo de la Ordenanza”.
Por la bibliografía que existe al respecto, las coplas que se cantaban eran todas con un formato común, aquí dejamos un par de ellas:
Quién se casa? —Jacinto. —¿Con quién? —Con López. —¿Qué lleva? —La camisa y el capote. —¿Qué lleva detrás? —El chiquillo pidiéndole pan. —¡Que siga la cencerrá!
Quién se casa? —La María. —¿Con quién? —Con el Carpintero. —¿Qué le va a regalar? —Dos huevos y una tajá. ¡Que siga la cencerrá!.
Hasta aquí esta curiosa tradición de dar la “matraca” a los viudos y viudas, que seguramente también se lleva cabo en el resto de pueblos de Valdepusa, como expresión de la competencia matrimonial que existía entre los solteros, pues el mercado del emparejamiento también tenía en esa época sus limitaciones.