En el patio del palacio de San Martín de Pusa existe una fuente, cuya canalización, para dotarla de agua desde el cercano valle de Valdelpozo, se remonta al siglo XVI. Durante más de dos siglos los vecinos de la villa tenían el derecho a coger agua de la misma por lo que la puerta del patio permanecía abierta para este fin, sin embargo en 1787 el Marqués de Malpica les quitó ese derecho, el motivo fue la revuelta de una parte de los vecinos por el encarcelamiento y puesta en libertad del cirujano de la villa, propiciada y alentada por el cura D. Manuel Fernández de la Vega.
Los hechos que acontecieron, en los que son protagonistas el cirujano, el cura, el Alcalde Mayor, los Alcaldes Ordinarios y el Corregidor de Toledo, entre otros, se encuentran descritos en una causa del Consejo de Castilla, que contiene más de mil cien folios. En la misma podemos ver los intereses e influencias por los que se regía la sociedad de San Martín en el último tercio del siglo XVIII, donde se creaban bandos en función de dichos intereses, hasta el propio Marqués reconoce que el pueblo está dividido en dos facciones, los del partido de cura y el resto, ni que decir tiene que el partido del cura reunía a parte de las familias más pudientes y algunos criados de éstos, con lazos familiares e interese entrecruzados entre ellos, con el cura, el cirujano y otros presbíteros, como más tarde veremos.
Los excesos del cirujano
Todo empieza enero de 1787 cuando era encarcelado en San Martín de Pusa el cirujano Eugenio Díaz de la Cruz por el Alcalde Mayor D. Juan Eloy de Jorba, por “falta de asistencia y otros excesos”, el desencadenante fue que dejó a una parturienta, la mujer de Victoriano García, sin asistencia tras el parto cuando aún no había echado las “secundinas”, es decir la placenta, si no que se fue de caza, a las pocas horas la mujer murió, sin ni siquiera haber recibido los Santos Sacramentos, aunque las quejas del vecindario hacia el cirujano de la villa ya venían desde 1785 cuando el Concejo le quiso rescindir el contrato.
Coincidiendo con éste proceso abierto, el uno de marzo D. Miguel Jesús Gómez Xarillo (Jarillo) sustituyó como alcalde mayor a D. Juan Eloy de Jorba.
La denuncia del cura y sus veintiocho seguidores.
Cuando el nuevo Alcalde Mayor llevaba un mes en el cargo el cura párroco D. Manuel Fernández de la Vega y veintiocho vecinos más, puso una denuncia ante el Consejo de Castilla contra dicho Alcalde Mayor por no poner en libertad al cirujano, en la que enumeraba las tropelías que estaba realizando en el pueblo; entre otra, según el cura, metió en la cárcel a un cabrero por no querer vender la leche al precio estipulado, a varios hombres por no quererse afeitar con el nuevo cirujano y a Gerónimo Díaz por haber llamado a Ignacio Díaz de la Cruz, sangrador y hermano del preso para que sangrara a su mujer por el mal de reuma que padecía.

Entre cartas, contestaciones y defensas de unos y otros, el Consejo de Castilla emite una provisión para que el Corregidor de Toledo,D. Gabriel Salido, se persone en San Martín y ponga en libertad al cirujano y llama al Alcalde Mayor a Madrid a consultas disponiendo que se considere preso, pues no podrá salir “de ésta Corte y sus arrabales” y le condena con una multa de 400 ducados.
El Corregidor de Toledo y su actuaciones en San Martín.
El día 4 de mayo el Corregidor llega a San Martín, se persona en casa del Alcalde Ordinario Martín Peralta a por las llaves de la cárcel, la mujer le dice que su marido no está ni sabe donde están las llaves, por lo que hace llamar al herrero Pedro Carriches para forzar la puerta, pero al acercarse a la audiencia donde ya se habían congregado varios vecinos, en las escaleras se encontraba el Alcalde Ordinario con su vara de mando, quien impide poner en libertad al preso, indicando que al ser él un juez lego (sin estudios en leyes) no puede acceder hasta que un auditor no le interprete la providencia del Consejo.
El Alcalde Ordinario, posiblemente bien aconsejado por lo que había hecho, marcha a Madrid al Consejo de Castilla a justificar su actitud con el Corregidor, y el Consejo le deja en la misma situación que al Alcalde Mayor, “considerado preso dentro de ésta Corte y sus arrabales”. A mediados de mayo el Consejo, tras solicitud de Martín Peralta clamando le levanten el castigo, toda vez que tenía unas nietas que dependían de él, el Consejo le concede permiso tanto a él y al Alcalde Mayor Miguel Jesús Gómez Jarillo para que puedan regresar a San Martín a cuidar de su casa y labranza.
Al mismo tiempo el Consejo ordena una nueva providencia al Corregidor para que regrese a San Martín, con “tropa militar si fuera preciso” para poner en libertad al cirujano. El veinte de mayo llega el Corregidor a San Martín con seis cabos y un sargento del Regimiento Militar de Milicias, se hospeda en la casa del cura, al día siguiente sobre las ocho de la tarde, se persona en la cárcel donde la mujer del alcaide le da llave, por estar éste fuera del pueblo, y pone en libertad al cirujano entre la alegría y alboroto de un gran número de vecinos, quienes profirieron insultos contra el Alcalde Mayor y el Marqués de Malpica y Duque de Medina de Rioseco, D. Joaquín María Enríquez Pimentel, el cual se hallaba en su palacio.
El Corregidor, cirujano y parte de los vecinos se encaminaron a la casa del cura donde, según la declaración de varios testigos, se dio un refrigerio con vino y tostones, muchas mujeres besaron al cirujano y posteriormente a la puerta de la casa del cura se hizo un baile, al parecer la algarabía se prolongó hasta la madrugada por las calles del pueblo con la misma sorna e insultos contra el Marqués.

El Corregidor, influido por el cura y los vecinos más afines se dispuso a tomar mando en plaza, nunca mejor dicho, y el los siguientes día, se dedicó a “gobernar” el pueblo. En once días llevó a cabo las siguientes órdenes y acuerdos:
. Prohibir bajo multa vender pan a los carboneros que estaban trabajando en la dehesa de Pusa.
. Mandar hacer un tajo de madera, traído de la dehesa para la carnicería y empedrar ésta.
. Convocar una junta para hacer un nuevo cementerio donde le indicaba el cura, hacer junta de beneficencia presidida por el cura y nombrar a sus miembros, mandar perseguir a mendigos, vagos, maleantes y gitanos que no fueran de la villa.
. Tras una riña de dos grupos de jóvenes, en la cual uno fue golpeado en la cabeza con un palo de chaparro, metió a todos en la cárcel.
. Mandó hacer un arqueo del arca de caudales de tres llaves del ayuntamiento, y exigió algunas deudas.
. En contra de parte del concejo, por lo que suponía de coste para los vecinos más pobres, aprobó seguir pleiteando contra el alcalde mayor y otros pleitos que tenían abiertos.
Y si todo lo demás no fuera poco, convocó a los capitulares (los componentes del ayuntamiento) en la casa del cura y propuso por duplicado a dos personas para Alcalde de Hermandad y Regidor, por estar estos cargos vacantes, para que el Marqués de Malpica eligiera su nombramiento. El marqués se había ausentado de San Martín, por lo que fue el propio Corregidor quien les nombró cargándose así la jurisdicción del Marqués en su territorio, un hecho que fue causa de chismorreo por toda la provincia y que el Marqués entendió que había atentado contra su honor.
La actuación y presión del Marqués al Consejo.
Entre el alboroto que se produjo en el pueblo por la liberación del cirujano y el haberse excedido el Corregidor en el mandato del Consejo, el Marqués escribió una dura carta al conde de Campomanes, general del Consejo de Castilla, contra la actuación de éste y la influencia que el cura tenía hacia el Corregidor y ciertos vecinos.
“… espero que V.I. (Vuestra Ilustrísima) hecho de la gravedad del exceso cometido por el Corregidor de Toledo y mis vasallos asistentes con espíritu de parcialidad y conflagración animados de las persuasiones del cura párroco por el medio de su prudencia juzgue más del caso les castigue como corresponde para reivindicar mi honor…”
Tras la carta del Marqués, el 25 de mayo el Consejo manda al Corregidor, que “teniendo por evacuada su comisión y no habiendo necesidad de permanecer más en esa villa, su paso a Toledo donde hacía mucha falta para evacuar asuntos de mayor importancia”.
Curiosa es la relación de intereses cruzados que tenían los vecinos favorables al cura y al cirujano, según un escrito del Alcalde Mayor eran los siguientes:
“…que Rafael Martín, Jorge Gómez Herrero y Miguel Bautista son parientes, los dos primeros por y consanguinidad y el último por afinidad el presbítero D. Francisco Martín, Mario Gómez de Ocaña, Juan Fernández Calabero y Josef Olmedo, criados, jornaleros y el último podador del mismo; Ignacio Sánchez y Francisco Tamayo, forasteros, y el segundo carpintero que trabaja de criado del cura en los retablos de la iglesia; Julián Muñoz Bazán y Cayetano Anselmo criados de Jorge Gómez Herrero que es uno de los que firman la representación; Víctor y Miguel Fernández Loaisa, el primero diputado en la Corte para estos recursos y emparentado con el presbítero D. Francisco Ruiz, el segundo apoderado del cirujano y administrador nombrado por el cura de unas memorias de que es patrono; Josef Ruiz de Agüero e Ignacio Díaz, el primero hermano político del cura y el segundo también hermano de ésta y hermano del cirujano; Eusebio Gómez de Ocaña, Manuel Antero, Blas Ximénez y Miguel Parrillas, los dos primeros parientes del presbítero D. Rumualdo Ximénez, el tercero primo de éste y compañero del cirujano en sus cacerías, y el cuarto criado del que se acaba de citar; Pedro Carrero y Juan Muñoz Medrano pobres de solemnidad; Pablo Gómez Tostón y Lorenzo Calero pobres jornaleros; Gabriel Olmedo y Casiano Espuela, el primero asistente y diligenciero de la casa del cura y pariente del presbítero Martín, y el segundo criado comensal de éste; Prudencio Valverde también criado comensal de la madre de Victor y Miguel Fernández de Loaisa; Valentín Gómez de Ocaña padre del criado comensal del cura párroco; Antonio García Hidalgo, jornalero y demandadero de éste y del cirujano; Eugenio Cardiel y Lorenzo Marín, el primero mayordomo de labor del citado Jorge Gómez Herrero y el segundo jornalero del presbítero Martín; Valentín Asperilla maestro del lagar de aceite de Josef Ruíz, cuñado del cura; Antonio Martín Casavieja íntimo amigo de Felipe Gómez de Ribera del que se ha hablado arriba, igualmente de su compañero Gerónimo Díaz de Rioja. Ha sido necesaria toda esta expresión de las mutuas relaciones con que está entrelazados entre sí y con el cura y presbíteros del pueblo los 28 vecinos referidos para desvanecer la impresión que ha causado en el ánimo del señor fiscal esta prodigiosa combinación de firmas…”
La resolución del Consejo.
Una vez el Corregidor en Toledo, y el Alcalde Mayor y el Ordinario habilitados en sus cargos, se considerados nulos los acuerdos que se tomaron durante que la jurisdicción estuvo en manos del Corregidor, y a finales de diciembre de 1787, el Consejo de Castilla dictó sentencia con las siguientes penas y recomendaciones:
A Eugenio Díaz de la Cruz, el cirujano, se destierra de la villa de San Martín durante cuatro años, “dentro de los cuales no pueda entrar en sus términos ni volver después a asistir a alguno de sus vecinos”
A D. Miguel Jesús Gómez Jarillo, Alcalde Mayor y a Martín Peralta, Alcalde Ordinario, les condenan a la costas “que por si respectivamente habéis causado y en otra a cada uno en una tercera parte de las comunes”. Las dietas del primer viaje del Corregidor las ha de pagar el Alcalde Mayor y la del segundo viaje “entendiéndose de ida y vuelta y el 21 de mayo, que el citado Corregidor puso en ejecución lo que se le mandaba, como dio libertad al cirujano Eugenio Díaz”, a cargo del Alcalde Ordinario.
A D. Gabriel Salido, Corregidor de Toledo, se le indica que habiéndose excedido de lo mandado se advierte que “el Consejo se promete que en lo sucesivo no dará V.S. (vuestra señoría) lugar a que se vea en la precisión de tomar otra providencia que le sea más sensible”.
¿Y a D. Manuel Fernández de la Vega, cura párroco, precursor de parte de esta causa y de la división del vecindario?, pues la siguiente carta al Arzobispo de Toledo, la cual no tiene desperdicio, pidiendo le cesaran del curato de San Martín.
“…haciéndole presente como el cura párroco de la mencionada villa de San Martín de Pusa, D. Manuel Fernández de la Vega ha tomado el mayor empeño en proteger al cirujano Eugenio Díaz de la Cruz, procesado por efectos notables de su oficio, no perdonando dicho párroco medios algunos para sostenerle y que se mantenga en aquella villa, costeando los gastos del expediente, hospedando en su casa al Corregidor de esa ciudad comisionado del Consejo, mezclándose en los negocios meramente seculares y el gobierno del pueblo, formando parcialidad que ha alterado la tranquilidad pública.
Que no es la intención que por ello se forme proceso al referido párroco, sino que V.E. le corrija y amoneste con aquella suavidad que le inspira el amor paternal a los curas, para que en lo sucesivo se abstenga de semejantes procedimientos y ponga su atención solo en sus obligaciones de párroco y que conviniendo separarle de la citada villa, según su actual constitución, le coloque en otro curato o destino según el mérito que tenga contraído en su carrera.”
Contestó el Arzobispo que tomaba nota, por lo que el cura no debió durar mucho en San Martín.
Aun así el cirujano y su hermano siguieron medio año más, hasta mediados de 1788 poniendo recursos al Consejo de Castilla, basándose en que los vecinos preferían a Eugenio Díaz como cirujano.
Por su parte el Marqués castigó al pueblo quitándoles el acceso al agua de la fuente del palacio, derecho que tenían los vecinos desde 1553, cuando D. Francisco de Ribera compró la fuente del Concejos por 153 maravedíes, pero dándoles a los vecinos el derecho de hacer uso de su agua.
Así describía D. Fermín Caballero en 1825 la pérdida del derecho sobre el agua de la fuente, donde dos años antes ya habían sacado un caño a la calle para que los vecinos no pasaran al palacio:
“Para quitar al palacio de San Martin la inalterada servidumbre de estar siempre abierto al publico para que coja el agua de la fuente, discernió D. Pedro poner un caño a la calle, de modo que volvía adentro el agua sobrante; pero esta obra la deshizo el mismo señor a los dos años, con motivo de los altercados ruidosos que hubo en el pueblo sobre la prisión del Cirujano, y oposición al Corregidor de Toledo, que vino a ponerlo en libertad: a cuyo tiempo se hallaba D. Pedro en la Villa.”
Aunque D. Fermín cometió un error, confirmado por el proceso, no fue D. Pedro de Alcántara Fernádez de Córdoba, XII Duque de Medinaceli, casado con Petronila de Alcántara y Pimentel, sino su suegro Joaquín María Enríquez y Pimentel, XII Duque de Medina de Rioseco y VII Marqués de Malpica, quien quitando el acceso al agua a sus vasallos, quizás quiso resarcirse de los insultos y la perdida de honor que los seguidores del manipulador cura le causaron por el asunto del cirujano. Como siempre, aquí también pagaron justos por pecadores.
La intromisión del clero en la vida pública y civil de los pueblos casi siempre ha causado más sobresaltos que soluciones, por ello, como dice el refrán; «cada uno en su casa y Dios en la de todos», … Dios, no sus ministros.
FUENTES:
Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS,1089.
FOTO TÍTULO: Palacio de San Martín a principios del s. XX, del libro Huellas I de Pedro Fernández.