Esta es la triste historia de una noble flamenca, Inés de Zualart, desterrada en Valdepusa por orden de sus suegros, los marqueses de Povar. Una historia de honor familiar y del puritanismo de la época, que llevaron a la pobre Agnés (Inés en castellano) a ser, de alguna forma, repudiada en la Corte y enviada en 1690, junto a su hijo, al palacio de San Martín de Valdepusa.
La versión familiar fue que les enviaban a San Martín por los muchos gastos que tenían en la Corte, sin embargo la realidad era otra.
El inicio en Flandes.

Todo empezó en Flandes, allí un apuesto capitán de caballos de los Tercios, don Sebastián Pimentel, quien era hijo de don José Pimentel y Requesens, Capitán General de Castilla la Vieja y de Francisca Dávila y Zúñiga, marquesa de Mirabel, de Povar y condesa de Berantevilla y hermano del marqués de Malpica, se enamoró de una muchacha flamenca: Maríe Agnès de Zualart. Ella era hija de un noble flamenco Ferdinand de Zualart y Constance-Yolande de Monin y natural de Namur, en lo que hoy es Bélgica. Al parecer se casaron el 22 de enero de 1686 en Bruselas y aquí empieza el primer problema que será motivo de varios pleitos décadas más tarde, según don Sebastián les casó el Capellán Mayor de la Guardias, pero las familias respectivas ya habían acordado sus matrimonios con otras personas; a Agnés con un caballero flamenco, mientras que a Sebastián sus padres habían acordado su matrimonio con una hija de la condesa de Nájera, por lo que su unión fue un matrimonio por amor, pero sin la autorización del rey ni del padre de Sebastián. Al poco tiempo de casados nació su hijo José Francisco de Pimentel y Zualart el 16 de julio de 1687 en Bruselas, quien con el tiempo sería llamado “el bruxelin”.
Su llegada a Madrid
Los primeros años el matrimonio vivió en Malinas y Bruselas, donde fueron visitados por los hermanos de don Sebastián. Sin embargo, la pareja pensó establecer su residencia en Madrid al lado de los marqueses de Povar. El viaje le realizaron por separado, Agnès, que estaba en un estado avanzado de embarazo, lo realizó en barco desde el puerto belga de Ostende hasta Fuenterrabía con su hijo José y su asistenta Catalina Beltrán, mientras Sebastián lo realizó por tierra cruzando Francia.
Desgraciadamente Agnés malparió a pocos kilómetros de Madrid, en la villa de Alcobendas. Tras ser recibida por sus suegros y unos días de descanso en la casa familiar, les alojaron en una modestísima habitación, aunque atendidos por criados. Al poco tiempo, Sebastián tuvo que volver a la milicia y mientras la pobre Inés y su hijo, fueron enviados por sus suegros a residir al palacio de San Martín de Valdepusa, del que era poseedor el hijo mayor de los marqueses de Povar, Manuel de Pimentel, marqués de Malpica.
Había corrido por la Corte el rumor de que el hijo de don Sebastián y doña Inés era ilegítimo, es decir que el matrimonio que al parecer había oficiado en Flandes el Capellán Mayor de las Guardias no se habría llevado a efecto, por lo que para la sociedad de la época doña Inés sería un amancebada de don Sebastián y posiblemente el principal motivo para ocultarla en San Martín.
Esa presunta ilegitimidad de su hijo, será con el tiempo motivo de múltiples pleitos a la hora de heredar titulos y posesiones.
Su vida y destierro en San Martín de Valdepusa
En San Martín fueron atendidos por la servidumbre del palacio además de: Catalina Beltrán, su criada bretona; una esclava turca llamada María Catalina y un traductor, probablemente Francisco del Valle, quien acompañó a don Sebastián desde Flandes. Francisco más tarde casó con Catalina Beltrán, la criada. La llegada de doña Inés a San Martín fue contada así por Ángela de la Torre, mujer de Sebastián Díaz de Rioja y cuñada de Juan Arroyo, administrador del marqués:
“Ya los pocos días vino a aquella villa la referida señor y el niño, la cual era la dicha doña Inés de Zualar y don Joseph Pimentel, que venía de tan tierna edad como de tres años, y la testigo le recibió, al bajar del coche, en sus brazos y los criados y criadas le dijeron que doña Inés era mujer de don Sebastián Pimentel y el dicho niño era hijo legítimo de ambos, y era preciso que estuvieran en aquella villa por los muchos gastos que se ofrecían en la Corte, y estar atrasada la casa.”
Durante la estancia de doña Inés en San Martín, sus suegros le pasaban una pensión alimenticia a través del administrador de la rentas del Estado de Malpica, Juan Arroyo, al menos los primeros años, pues posteriormente casi vivió con más estrecheces y con la ayuda de los altos funcionarios de la villa. Tal es así, que estando en San Martín la visitó un religioso flamenco, Fray Hypólito, y el vecino que le dio posada comentó:
“…pues viviendo en aquella villa doña Inés de Zualart, madre de don Joseph Pimente, pasó por ella un religioso de hábitos blancos, flamenco, llamado Fr. Hypólito, que había posado en su casa, y con la noticia de haber estado en aquella villa doña Inés la había visitado y habiendo vuelto; la contó como le había hecho gran lástima que doña Inés estuviese retirada en aquel lugar y no en la Corte con la ostentación a su persona, pues era una señora de las más principales de Flandes y sus padres de grandes caudales…”
Inés participó en la vida social de San Martín, era visitada asiduamente por las justicias y funcionarios de la villa, incluso participó en algunas fiestas, como en la de la Candelaria y asistió a alguna boda.
Cuando don Sebastián volvía de la milicia, Inés partía para Madrid y él la recogía en coche en la villa de Alcorcón. En Madrid pasaba pequeñas temporadas, siempre acompañada de su marido, en uno de esos periodos pasó unos tres meses en la capital, incluso asistió a alguna corrida se toros, pero una vez don Sebastián partía, ella volvía a su destierro en San Martín.
El triste final.
Muy triste debió ser la comunicación a doña Inés de la muerte de don Sebastián en Italia, el 27 de octubre de 1693, tras la batalla de Marsaglia de la que salió mal herido. Tres años llevaba Inés en San Martín. Con la muerte de su marido se desvaneció toda la esperanza que le quedaba de poder vivir juntos y en mejores condiciones.
Al poco tiempo, su cuñado, don Juan de Pimentel, canónigo de la Catedral de Toledo se llevó con él al pequeño José para su formación con tan solo seis años, por lo que Inés quedó sola y prácticamente desamparada en el palacio de San Martín.
El dolor y la lejanía de su hijo, unido a la enfermedad, pues posiblemente fuera epiléptica, hizo que muriera prematuramente un día de San Martín de 1695, a los 38 años y solo dos años después que su marido. Inés fue enterrada en la Iglesia de San Martín de Valdepusa bajo una lápida negra que fue descubierta en las obras de remodelación de los años 70 del siglo pasado, la lápida estuvo en la casa parroquial un tiempo hasta que se trasladó al palacio de la villa. Su inscripción decía:
“AQVI YACE DOÑA YNES DE ZUALLART NATVRAL DE NAMVR MVRIO A 11 DE OCTVBRE DE 1695”.

Joseph de Pimentel, hijo de doña Inés y Marqués de Malpica.
Don Joseph de Pimentel y Zualart, el hijo de doña Inés, llegó años más tarde a ser marqués de Malpica, mantuvo numeroso pleitos con sus parientes por títulos y mayorazgos, pues como dijimos, siempre pesó sobre él la duda de si fue hijo legítimo o ilegítimo de don Sebastián y doña Inés.
Joseph puso especial interés en San Martín, siendo el único marqués de Malpica que vivió en su palacio de forma continuada, quizás recordando los años que pasó allí con su madre, o quizás huyendo de esa Corte que tantas habladurías y daño les hizo. También en San Martín nacieron tres de sus hijas y desde su palacio realizó las gestiones oportunas para la construcción del convento de Navalmoral de Pusa, donde una vez finalizado, trasladó a la cripta de su capilla mayor los restos de su madre desde la iglesia de San Martín en 1754. Años más tarde, en 1773 trasladó al convento otros restos en dos cofres: uno los de su hermano, el que nació al morir en Alcobendas y otro los de su padre, don Sebastián, ambos llevados desde Madrid.
Por los pleitos, comentados anteriormente, conocemos gran parte de esta historia, pues el marqués presentó como testigos a varias las personas que conocieron a don Sebastián y a doña Inés y que declararon como era su relación y la estancia de doña Inés en San Martín.
En uno de esos pleitos del Memorial sobre la tenuta del Mayorazgo de Luna, iniciado en 1744, testificaron las siguientes personas relacionadas con San Martín y otros pueblos próximos a Valdepusa:
. – Joseph Sánchez Manjón, Examinador General y Cura de San Sebastián de Madrid. En 1689 entró como cura de San Martín de Pusa.
– Catalina Beltrán, viuda de Francisco del Valle, natural de Dinan en el Jmperio en el año 1688 o 89 llegó sirviendo a Doña Inés de Zualart, a quien también servía Francisco del Valle, quien luego fue su marido.
Informantes de la Puebla de Montalbán:
. – Don Antonio Ludeña Tabira, presbitero
. – Joseph Manuel de Ávila, hermano de Pedro de Ávila Guarda Mayor del Marqués de Malpica que vivió en el palacio de San Martín en tiempos de doña Inés
. – Antonio de Espinosa, sobrino de Alonso de Espinosa alcayde del castillo de Malpica
. – Joseph Marcos de Cepeda, hermano de Pedro Velázquez, Guarda Mayor del Estado de Malpica
. – Juan Manuel de Villegas
Otros informantes de Valdepusa:
.- Juan de Espinosa Rojas, Regidor de la villa
. – Juan Ruiz de Gabriel, vecino de la villa
.- Sebastián de la Torre, hermano de Ángela de la Torre, criada de Doña Inés y sobrino de Juan Arroyo Mayordomo y Administrador de las Rentas del Estado
. – Juan Díaz Blázquez, vecino de Malpica
. – Sebastián Díaz de Rioja, quien fue Alcalde Ordinario de San Martín
.- Francisco Ximenez vecino de la villa
.- Joseph Fernández
.- Ángela de la Torre, mujer de Sebastián Díaz de Rioja
.- El Maestro Fray Eugenio de la Llave Calificador del Santo Oficio, Prior de El Escorial y natural de San Martín de Valdepusa
.- Felipe Gómez de Ribera, sacristán mayor de la iglesia de San Martín de Valdepusa
.- El licenciado Juan de Paredes, teniente cura de la parroquia de San Martín de Valdepusa
.- María de Paredes, mujer de Francisco Ximénez
.- Licenciado Juan Ximénez, presbítero de San Martín
.- Francisco Gregorio de Arroyo, familiar del Santo Oficio y Escribano de Navalmoral de Pusa
.- Carlos Muñoz de la Torre, vecino y Regidor de Navalmoral
.- Diego Gómez de Valle, vecino y Procurador General de Navalmoral
.- El Licenciado don Francisco Fernández de Ólvera, presbítero, teniente cura de Malpica
Como se demuestra en los diferentes pleitos de tenutas de títulos y mayorazgos, los testimonios de nuestros paisanos contando la vida de doña Inés en San Martín, así como la afirmación de que en la villa se le tenía como esposa de don Sebastián y a don Joseph como hijo legítimo ayudaron y mucho a ganar varios de ellos.
Hasta aquí la historia de Inés de Zualart, la desterrada en Valdepusa, aunque como se intentó enturbiar su historia, por unos y por otros nos daría para algún que otro artículo
Agradecimiento.
Desde aquí quiero agradecer el trabajo de años que realizaron los historiadores valdepuseños, ella de nacimiento y el de adopción; Luis Bartolomé Marcos y Pilar Díaz García sobre Inés de Zualart en su obra: DE NAMUR A VALDEPUSA: INES DE ZUALART (1657-1695) y que además de ser publicado en la revisa belga De la Meuse à l’Ardenne número 43, año 2011, también fue recogido por la Revista Cuaderna, Revista de estudios humanísticos de Talavera y su antigua tierra, en su número 20, año 2014. El trabajo lo compone una pequeña biografía de Inés y una minuciosa descripción de su testamento, todo ello ampliamente documentado. Sirva este artículo de homenaje a Luis y Pilar.
FUENTES:
.- Memorial sobre la tenuta del Mayorazgo de Luna, 1744. BNE.
.- De Namur a Valdepusa: Inés de Zualart (1657-1695). Bartolomé Marcos, L. y Díaz García P. CUADERNA, Número 20, Año 2014.
.- La fotos de la lápida y el escudo de armas de los Zualart son recogidas del trabajo citado de Luis Bartolomé y Pilar Díaz.